lunes, 10 de octubre de 2011

Entre cuatro paredes.

Cuando fueron a visitar el piso las chicas de la limpieza estaban en él. Atareadas, fregaban los suelos y predominaba en las habitaciones un fuerte olor a lejía. A ellos dos la vivienda les encantó. Aquel día no había ni rastro de las moscas, si lo hubiese habido no habrían tomado la decisión de comprarlo. Pidieron un crédito, y a las tres semanas se mudaron a vivir allí. Era la primera vez que compartían un hogar y la emoción y el amor les embragaba. El piso era completamente nuevo, de hecho el edificio entero era nuevo. Éste se había erigido en un solar vacío, y poco a poco se habían ido vendiendo todas las viviendas. En el mismo día de la mudanza supieron que las paredes eran de pladur, dos placas de cartón compactado y un espacio vacío en medio. Se suponía que este era el modo más moderno de construir paredes, pero no el mejor a su juicio. No les importo. Él novio a modo de broma toco en las paredes como si se tratasen de la puerta, y pero no sonaron a hueco, ella movió la cabeza con una media sonrisa. Todo parecía ser perfecto, tal y como en un cuento de hadas, las cosas extrañas empezaron a ocurrir en la segunda o tercera noche. Ella empezó a tener pesadillas. No era realmente perturbadoras, pero tenían algo de escalofriante. En esas pesadillas ella presenciaba la pelea entre dos hombres, luego se hacía el silencio, y el olor. En aquellas pesadillas había un olor repugnante que se le clavaba en la parte alta de la nariz y le producía mareo. Se despertaba enferma y cansada, a pesar de haber estado toda la noche durmiendo. Su novio empezó a preocuparse y juró entre otras cosas que cuando tuviesen más dinero comprarían otra cama, una mejor en la que pudiese descansar sin problemas. Habían comprado el piso en pleno agosto, el calor era sofocante, por esa razón las ventanas del piso siempre estaban abiertas, al ser un edificio aislado y solitario corría una brisa deliciosa por todas las estancias de la casa. Pero esto acarreaba un problema: las moscas. Había cientos de ellas, y la pareja hacía lo que podía contra aquellos insectos, los aplastaban, los asustaban, o los rociaban con insecticida, pero no había manera de que desapareciesen, a pesar de que veían cadáveres de mosca en los suelos siempre había más y más. Otro de los problemas de la vivienda eran los interruptores de la luz. Todos estaban invertidos, y al encender la luz de la cocina se encendía la del pasillo, y la del pasillo encendía la del baño, y la del baño la del salón y así por toda la casa. Al principio les pareció muy divertido, pero a las pocas horas ya no les hacía tanta gracia. Llamaron a un electricista, y este dijo que llegaría en unas horas. Pero no llegaba, así que llevaban unos días esperándole y adivinando que interruptor accionaba que bombilla. Al cuarto día sin rastro del electricista y con la plaga de moscas, ella ya no podía más, tenía en su mente las imágenes de sus pesadillas, aquel olor... Él dentro de su creciente desesperación cerró todas las ventanas y roció la casa con insecticida. Ella estaba sentada en el sofá envuelta en una manta a pesar del calor y apenas tosió cuando se vio envuelta en la nube de veneno. Él al verla tan apática sintió la ira subirle por la garganta. Volvió a llamar al electricista, este le volvió a contestar que en unas horas estaría en la casa. Pero esta vez el novio no lo creyó, así que con los puños apretados cogió su pequeña caja de herramientas y se dispuso a desmontar todos los enchufes, no sabía mucho de electrónica pero no estaba dispuesto a vivir más con aquellas condiciones. Con el primero le costo casi dos horas averiguar como funcionaba. El segundo algo más de una hora, y a media tarde ya solo le quedaban los enchufes del salón, allí donde su novia seguía sentada en el sofá con a mirada perdida. Al entrar él en la estancia se miraron fijamente, de repente ella se levantó y fue corriendo al baño, allí estuvo vomitando al menos durante diez minutos. Él la esperó paciente apoyado en el marco de la puerta. Entonces, mientras ella vomitaba, él lo notó. Era un olor repelente. Una penetrante peste a podrido se había apoderado de toda la casa. Había estado tan concentrado en lo que hacía que no se había percatado de aquel aroma apestoso. El novio se llevó la mano a la nariz y corrió a abrir todas las ventanas. Poco a poco se fue ventilando su hogar, la novia salió del baño con la cara bañada en lágrimas y entre sollozos le dijo que aquel era el olor de su sueño, aquel olor que la perseguía día y noche. Él pensó que estaba loca, pensó que finalmente había perdido la cabeza. Se arrepintió de haber comprado aquel piso, lo odió, odió las moscas y el olor y las ventanas y los interruptores, aquellos malditos interruptores del revés, todo aquello empezó por los malditos interruptores. Necesitaba cambiarlos, destruirlos, entonces se vio de pie frente a uno de los interruptores del salón, tenía un martillo en la mano, se lanzó como un loco contra el interruptor, y a su paso cayeron dos cuadros que había colgados de la pared y a martillazos arrancó el interruptor eléctrico y después siguió subiendo por la pared como una termita furiosa, destruyendo todo en su avance, y con el último golpe la pared empezó a sangrar. Una salpicadura de sangre negra y espesa le impactó en la cara. Intentó limpiársela con el dorso de la mano, y entonces de nuevo volvió ese olor, pero esta vez intensificadopladur de la pared. Entonces un enjambre de moscas salió disparado, y junto con aquella peste invadieron la casa. Los dos salieron de la casa asustados, poco después los policías que habían acudido a la casa llamados por ellos y por varios vecinos les contaron que había una persona emparedada en su casa, que tardarían en volver a entrar allí puesto que era la escena de un crimen. También les dijeron que no habían podido identificar a la víctima, el asintió distraído, ella no siguió escuchando puesto que ya sabía quien era aquella persona, el hombre que había visto en sus pesadillas.                

1 comentario:

  1. Muy buen relato, me recordó a amityville (guardando las proporciones, claro). Me gustó tu forma de escribir, el hacer de la casa un personaje más, el mantener el suspenso para dar la sorpresa al final, intento hacer lo mismo en mis relatos. Felicitaciones. Te sigo.

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