lunes, 6 de junio de 2016

La mirada en el cielo


Había intentado luchar contra el monstruo, pero había sido en vano. Tenía un poder desconocido para cualquier hombre hasta la fecha. Aún así, había conseguido uno de sus tentáculos. Cuando la nave de rescate llegase hasta ellos, volvería a la tierra, al hogar. Y llevaría con él la prueba material del horror que les había asediado en aquella nada. Lo había envuelto con lo que había quedado del uniforme de Porter, al menos su muerte serviría para algo. La suya y la del resto de tripulantes. Relajándose un poco, hundió el rostro entre las manos y comenzó a sollozar, en parte agradecido en parte aún aterrorizado. Se sentía seguro en el módulo de descompresión. Sabía que sería imposible para el alienígena abrir la puerta desde el otro lado. En el momento que se sumía en la marea de estrés que le venía arroyando desde que llegaron allí, dejándose inundar por la pena y bajando la guardia, la esclusa emitió un fuerte quejido. Más bien fue un repiqueteo juguetón desde el otro lado. Supo al instante que el monstruo estaba allí. Dejó de lloriquear en el acto, prestando toda su atención al cristal que permitía la visión al interior de la nave. Estaba sucio de la sangre y las vísceras de Cat, con lo que ver algo a través de él era algo totalmente imposible. Aún así lo poco de cordura que le quedaba le instaba a actuar de forma racional, aunque fuese algo absurdo como mirar a través de un cristal opaco por la sangre. Miró al rededor en el minúsculo habitáculo en el que se encontraba. Todo seguía igual que lo habían encontrado, destruido y cochambroso. Jamás debieron subir a la nave. El encontrarla de aquella forma debería haberles dado una pista del destino que les esperaba allí. Volvió a oír al alienígena tras la escotilla, pero esta vez el sonido fue diferente, se había frotado contra el metal, como queriendo hacer saber a su victima que estaba allí. Hacerle saber que estaba esperando. Vince se levantó despacio. Miró a través de la ventana, intentado ver algo de lo que ocurría en el pasillo interior. Con el puño de su chaqueta intentó limpiar la sangre del cristal para poder ver. Aquella porquería no salía. Moviendo la lengua dentro de la boca recogió algo de saliva y escupió al cristal. Mucho mejor, ahora la sangre seca y los grumos no se resistieron al barrido de la manga. El interior de la nave, o al menos lo poco que se podía ver del pasillo desde allí, parecía desierto e igual de destrozado. Allí no había nada. Aquel ser estaba de nuevo jugando con su mente, como había hecho con todos. Sin previó aviso, algo se movió tras de él. Se dio la vuelta de un salto, quedando de espaldas a la esclusa y al cristal. Miró al banco donde había estado sentado, y vio – para su asombro y terror – que el tentáculo había conseguido escapar de su mortaja improvisada, y estaba ahora revolviéndose en el suelo. Se movía como el rabo cercenado de una lagartija. Tuvo la certera y abrumadora sensación de que algo había cambiado en la pequeña sala. Levantó la vista hacía la escotilla de salida, y allí estaba. Grabado a fuego en las paredes de metal, como la otra vez.

Susiv aredis da arret ni sedep”

—¡¡No sé qué coño significa!! ¡¡Por favor!! —Empezó a gritar fuera de si, como si aquel ente pudiese escucharle desde allí dentro ¡¡No sé lo qué es!!

Poco a poco fue desmoronándose hasta caer de rodillas al suelo, llorando de nuevo, cualquier resquicio de valentía que le pudiese quedar estaba hecho pedazos ahora. Había intentado luchar contra el monstruo, pero todo había sido en vano.

***

Está de pie en el arenero. El resto de los niños han sido malos con él, no le permiten jugar allí. Vince, el niño, se resiste a marcharse. “No es justo”, murmura haciendo pucheros. Una de las niñas le tira un puñado de tierra a la cara, él no tiene más defensa que llorar. Su madre se acerca hasta ellos, lo coge en brazos y se lo lleva hasta los columpios. Lo sienta en una de las silletas de plástico y empieza a empujarle. El niño Vince ve sus piernas oscilar entre el cielo y la tierra, ahora aquí ahora allí, el balanceo parece animarlo. Su madre sabe que algún día será un gran hombre. No es como el resto de los niños. Él no lo sabe, pero los otros si lo notan, se lo huelen. Son crueles con Vince. Ella siempre intenta animarle. “Los pies en la tierra, la vista en el cielo”. Es una de sus consignas preferidas, mamá le ha dicho que es de un antiguo filósofo griego. “Pedes in terra ad sidera visus”. Él se la sabe de memoria y cuando se siente rechazado por el resto de la tropa, la repite a modo de bálsamo para el alma.

Mientras la línea del horizonte va oscilando de arriba a bajo, algo más ocurre al rededor. Un enorme agujero se abre en el arenero, la tierra parece helado derretido desparramándose hacía abajo, hacía la nada. Las niñas malas empiezan a gritar, absorbidas por la oquedad. Las madres, incluida la de Vince, empiezan a correr en aquella dirección. Todas chillan asustadas. Vince lo ve todo desde su columpio, sigue dándose impulso con las piernas, ajeno a la historia. El agujero se ha hecho más grande, ya se ha tragado casi todo el parque, a las madres, a los niños, ha invadido la calzada adyacente y amenaza con tragarse a Vince sobre su columpio. Ahora sí tiene miedo, sabe que la nada es desaparecer. No más parque, y no más mamá. Intenta darse más y más impulso, como si pudiera salir volando por encima de aquel agujero y dejarlo todo atrás. Y entonces salta. Consigue adelantar la cabeza y empieza a mover los brazos como un pajarillo batiendo su alas. Va a escapar volando. Pero tras unos segundos, nota la fuerza de la gravedad atrayéndole hacía el hambriento agujero. Bracea con más fuerza, necesita salir de allí, mira desesperado a un lado y a otro. Entonces lo ve. En uno de los laterales del parque, dónde todavía queda un muro en pie al borde del precipicio creciente, alguien ha escrito con spray Susiv aredis da arret ni sedep”. Por un segundo su mente infantil piensa sobre eso, como si fuese la respuesta a algo, pero un enorme tentáculo morado sale del abismo y se enrosca en su pierna. Le hace daño, rasga su pantalón y su piel. Por fin la extremidad tira con violencia de su pequeña extremidad y a la vez que nota el “clac” de sus huesos separándose y rompiéndose, es arrastrado hacía la nada mientras chilla aterrorizado.

***

—¡Vince! ¡Despierta!

Julie le zarandeaba con cara de fastidio intentado que saliese de la pesadilla, Vince despertó empapado en sudor. Otra vez ese sueño. No importaba cuanto se alejase de la tierra. No importaba. Esa pesadilla le perseguía allende las galaxias. “Susiv aredis da arret ni sedep”, susurró en voz baja de forma inconsciente.

¿Qué? Preguntó Julie contrariada. Él la miró, dándose cuenta por fin de que ella estaba allí. “Nada”, le susurró. Serenándose la envolvió con el brazo atrayéndola hacía si. La besó con fuerza, ella no se resistió. Ronroneó suavemente y sucumbió a sus caricias. Desde que había comenzado la misión había estado durmiendo juntos. Era una buena forma de pasar el tiempo en aquella nave, al menos hasta que llegasen a destino. Juntos se arremolinaron entre las sábanas. Vince estaba dispuesto a olvidar su sueño, una vez más.
***

El viaje desde la estación espacial que circundaba la tierra, no duraba más de veinte días. Ya que era un viaje relativamente rápido no se hibernaba a la tripulación. Los perjuicios de la hibernación pesaban demasiado como para aplicarlos en un trayecto tan corto. Así que los ocho tripulantes habituales de la Occasus, acompañados esta vez por el doctor Vince Mayer, alternaban sus quehaceres en la nave con la tediosa espera.

Consola activada_ _ _ _ _
Cargando datos de la tripulación_ ...

Joe Ashton_
Región: Reino Unido
Edad: 39 …
Ocupación: Piloto ...
Rango: Capitán ...

Melanie Preston_
Región: Estados Unidos ...
Edad: 23 …
Ocupación: Navegante …
Rango: Adjunto ...

Robert Cooper_
Región: India ...
Edad: 27 ...
Ocupación: Mantenimiento …
Rango: Oficial …

Lionel Porter_
Región: Brasil ...
Edad: 42 ...
Ocupación: Mantenimiento ...
Rango: Auxiliar …

Catherina Donova_
Región: Rusia ...
Edad: 30 ...
Ocupación: Seguridad …
Rango: Teniente …

Pierre Fave_
Región: Francia ...
Edad: 25 ...
Ocupación: Seguridad …
Rango: Cabo ...

Julie Barroso_
Región: Portugal …
Edad: 22
Ocupación: Intendencia ...
Rango: Civil …

Laura García_
Región: España ...
Edad: 49 …
Ocupación: Cientifica y comunicaciones ...
Rango: Civil …
Cargando datos de la misión_ _ _ _ _
Rescate de la nave Bora, de clase Arconte. Varada en las coordenadas adjuntadas en el archivo de datos. En el momento de su despegue la Bora contaba con una tripulación de 23 hombres y mujeres. Actualmente se han perdido todas las comunicaciones, siendo en estos momentos imposible la conexión vía remota. La nave tenía como misión explorar y recopilar datos del asteroide PX-456, sitiado en el borde exterior de la Galaxia. El flujo de datos fue interrumpido 4 días antes de que se partiese la nave Ocassus en misión oficial de rescate. Se deberá dar máxima prioridad a la investigación, nave y demás suministros técnicos en segundo lugar, tripulación en última instancia. La nave militar de rango Conqueror, podrá ser desviada de su trayectoria y misión actual como medida de apoyo, ya que en el momento de intercepción se encontrará a no menos de 9 días terrestres de distancia.

***

La consola de comunicación parpadeó un par de veces y después la voz de Ashton les instó a reunirse en el comedor. Llegaban a su destino. El capitán les informó de que había otra nave militar cerca y que a pesar de que no pertenecía a ninguna corporación, había sido avisada para asistirles en la tarea. Tardarían una semana en llegar. Ashton no confiaba en los militares, y prefería trabajar con civiles y cargos de las corporaciones. Daban menos problemas.

Todos estaban nerviosos. La Bora era la nave insignia de la compañía, y esperaban recuperarla en perfecto estado. Muchos no tenían claro el papel de Vince en la misión, un médico especializado en desarrollo de vida extraterrestre y terra-formación, pero aceptaban de buen grado cualquier ayuda. Unas doce horas después de la charla informativa, la Bora, a través de los ventanucos, dejó de ser un punto en la lejanía a tener un tamaño similar al de una lata de cerveza. Flotaba en la nada, sin aparente control humano.

Todos empezaron los preparativos. Vince por su parte y teniendo en cuenta la poca información que le habían dado, se limitaba a revisar su traje espacial y su consola de pulsera. No tenía ni idea de lo que encontrarían allí, así que pidió a Cat una de las armas de la tripulación. A pesar de que el médico sabría cómo usarla, Cat rehusó darle una, dedicándole mirada contrariada. Aquel tipo no le había gustado desde el primer momento.

Al día siguiente llegaron hasta la Bora, Ashton con la pericia del experto que era, consiguió situarse en su misma posición y enganchar el pasillo de aproximación a la escotilla de entrada de la nave clase Arconte. La tripulación no notó más que un leve traqueteo. Las órdenes que tenían – algo menos precisas que las de Vince – dictaban que solo los agentes de seguridad y uno de los técnicos acompañarían al medico al interior de la otra nave.

La Bora era realmente grandiosa. Al lado de esta, la Ocassus no parecía más que un viejo cascarón. Les quintuplicaba en tamaño. Desde el puesto de control Ashton y Mel observaban al monstruo de metal.

– Esa Gran Señora nos dará problemas. – Dijo el hombre casi en un susurro. Ashton además de sus habilidades como piloto, en sus años de trabajo también había desarrollado su intuición. Sabía que la escueta información de la misión escondía algo más. Y estaban las transmisiones codificadas que había recibido el médico. No. Aquello no pintaba bien. Los chicos de mantenimiento que no quisieron perderse el espectáculo se habían situado tras de ellos y admirados intercambiaban susurros sin dejar de mirar al exterior. Mel, que apenas había servido antes de llegar a la Ocassus, acarició su panel de mandos con dulzura, como intentado calmar a un caballo agitado. No dijo nada, solo contempló aquella enorme tumba de metal flotante.

La Bora tenía una apariencia muerta. A parte de las rutinas automáticas, no parecía haber ningún otro signo de vida en ella. Ni luces en el interior, ni ningún movimiento. Vince, junto a Cat, Pierre y Cooper, miraban también la Bora desde la pequeña ventanilla de la sala de descompresión. Apiñados como niños frente al diminuto cristal, vieron la trayectoria que trazó Ashton, y también vieron desplegarse el pasillo de acoplamiento desde la Ocassus hasta la escotilla de la Bora. En cuanto el semi-tubo apareció en escena, Vince se sintió mareado y se sentó en uno de los banquillos. Había leído los procedimientos para utilizarlo. Sobre el papel se veía muy capaz, ya que se describía como un pasillo rígido, dirigido por un cableado por el que el astronauta no tendría más que deslizarse ayudándose de la barandilla auxiliar. Viéndolo en la vida real, no eran más que seis cables extensibles que habían ido adelantándose hacía delante, unidos por un enorme aro de aluminio, nada más. El hipotético tubo no existía. Él tendría que deslizarse en medio de la nada entre un cableado, si daba un paso en falso estaría fuera, y entonces... Adiós. Se agitó. La sangre comenzó a palpitarle en las sienes. “No voy a poder hacerlo” se dijo. Se echó las manos al casco, y aplastándolas dentro de los enormes guantes contra el cristal de la escafandra, se lamentó de la falta de contacto con su verdadera piel.

—Doctor Mayer, ¿Se encuentra bien? La voz de García llegaba hasta él a través de los auriculares de su escafandra. Doctor Mayer... Responda, por favor. Volvió a repetir la voz que sonaba enlatada. Vince salió de su trance, el resto de sus compañeros en la pequeña sala le miraban ahora.

—Sí, estoy bien. Dijo intentado serenarse. No era cierto, pero pensó que debía tranquilizar a sus compañeros. Respiró hondo un par de veces, intentado retomar su auto-control.

—Por un momento sus pulsaciones han salido disparadas, dijo de nuevo García. Parecía haberse relajado. Temí que fuese a sufrir un ataque de pánico.

Vince no respondió. Se limitó a esbozar una sonrisa irónica y resignada. El resto de sus acompañantes se relajaron un poco, Cat dirigió la mirada al techo y se preguntó por que había tenido la mala suerte de que le tocase ir de niñera. Era una de las “glorias” que a veces le tocaba aguantar en su trabajo. Finalmente todos se dispusieron a desembarcar de la Ocassus, Vince pidió ir el último, así tendría tiempo de mentalizarse, y Cat decidió que los otros dos fuesen delante, así ella podría vigilar de cerca al médico. La puerta se abrió, y a pesar de ir embutidos en el traje espacial, Vince notó como el frio le atenazaba.

Vince Mayer tuvo una visión de él mismo flotando en el espacio, congelado y sin oxigeno por los tiempos de los tiempos.

Pierre salió el primero. Con asombrosa facilidad fue dándose impulso hasta llegar a la escotilla de la Bora. Toqueteó durante unos minutos el panel de acceso, pero nada ocurrió.

—Está muerta Dijo al resto a través de su micro. Cooper se puso en marcha en el acto con su mochila de herramientas. Eran una tripulación bien entrenada. Cat dedicó una fugaz mirada a Vince, que parecía perdido y miraba al exterior con una expresión incalificable.
Está muerta, como tú flotando en el espacio.
Sin oxígeno.
Congelado.
Por los tiempos de los tiempos.

—Vamos, nos toca. Dijo Cat cuando los dos hombres en el exterior consiguieron que la puerta de la Bora cediese. Vince salió de su trance y la miró sin comprender.

—Primero yo, y después usted. Dijo Cat en tono conciliador. Iremos juntos.

Y echó a andar hacía fuera, como si aquello fuera de lo más normal. Vince la siguió como un autómata, pero cuando estuvo en el umbral se sintió incapaz. Se vio apenas rodeado por aquellos cables, los cuales el resto de la tripulación insistía en llamar “tubo” – aunque de tubo no tenía nada –, y simplemente supo que no podía hacerlo.

Vince flotando perdido en la nada.
La nada significa desaparecer.
No más parque, y no más mamá.

Cat retrocedió un poco hasta su posición inicial, y tras el velo protector del cristal le miró directamente. Vince extendió los brazos hacía afuera, la oscuridad preñada de ojos muertos los observaba ajena a su ansiedad. Con la respiración agitada, consiguió sacar su cuerpo al vacío del espacio. No se sentía capaz, pero debía hacerlo. Cat lo observaba preocupada. Había visto a muchos hombres sucumbir a la presión del espacio. Sabía distinguir una crisis cuando la veía, y aquel tipo estaba empezando a sufrir una. Si se desmayaba y salia despedido hacía el vacío sería un desastre. Era difícil un accidente en el túnel, pero no imposible. Extendiendo los brazos también, empezó a hablar a Vince a través del micro. Este parecía no oír nada. Con los ojos desorbitados e hiperventilando, miraba a todos lados sin ver nada. Se había quedado petrificado a la entrada del túnel. La doctora García empezó a hablar de nuevo por los auriculares. “Vamos Mayer, no se quede ahí parado”, “Puede conseguirlo”. Decía su voz con aquel deje mecánico que le conferían los auriculares. Vince estaba fuera de su alcance. Estaba en crisis.

Voces flotando a su alrededor, en el espacio infinito.
Las voces de los niños atrapados en la nada gritan desesperadas intentado liberarse de su condena.
Se ha desmayado. Informó a los del interior Cat. Sin más, y ejecutando el protocolo, fue hasta él. Desde su cinturón desplegó un cable fino de acero, y con el mosquetón situado en el extremo, lo enganchó al cinturón de Vince. Él, como muerto, estaba suspendido en el interior el túnel. Arrastrándolo con cuidado para que no se enganchase a ninguno de los aros de sujeción, lo llevó hasta el interior de la Bora.
***

Restablecer las funciones básicas de la nave les costó menos de lo que esperaban. Cooper consiguió ejecutarlas desde el panel de la cabina de descompresión, que era también la puerta de entrada a la Bora. Vince yacía recostado sobre una de las paredes de la pequeña sala. En su desmayo, empezó a mover las piernas de forma espasmódica. Cooper seguía a lo suyo, toqueteando la consola, intentado averiguar que había podido pasar, pero Cat y Pierre se centraron en él. Ni siquiera le había quitado la escafandra cuando restablecieron el suministro de oxigeno. El gritó de Vince quedó amortiguado detrás del cristal. Despertó desconcertado, nuevamente empapado en sudor. Había tenido aquel sueño otra vez. Pierre se puso de rodillas junto a él y empezó a ayudarle con el casco. Para hacerlo se descolgó su arma a un lado, dejándola apuntar hacía el suelo. Cat por su parte seguía con ella bien agarrada con ambas manos. Mientras se quitaba el casco y se serenaba un poco, Vince pudo observar que algo no marchaba bien. Cuando se hubo liberado de la protectora escafandra lo entendió. Un fuerte olor a descomposición se le metió por las fosas nasales. Se incorporó rápidamente y se llevó una mano a la boca, conteniendo una arcada. Notó el sabor a bilis en la boca. Miró al resto de sus compañeros, parecían tensos y asqueados a partes iguales. Se puso de pie, y un fuerte mareo hizo que todo a su alrededor diese vueltas. Afianzó ambos pies al suelo, la gravedad artificial logró que pudiese conservar la verticalidad. Fijó su mirada al frente intentado que su cabeza volviese a su sitio. Las paredes estaban carcomidas por el oxido. Aquello le pareció extraño. Miró a su al rededor, y comprobó que la sala de descompresión se encontraba en un estado deplorable. Estaba destrozada por completo.

¿Y esta es la nave insignia de la Corporación? Preguntó sin esperar respuesta.

Es evidente que algo ha ocurrido.– Contestó Cooper sin volver la vista atrás. Seguía enfrascado intentado abrir la puerta que daba al pasillo interior de la nave.

Cat, con la mandíbula apretada, y la enorme arma a la altura del pecho, miraba a través del cristal de la escotilla.

¡Eh! Gritó de repente. ¡Eh tú!
Todos corrieron a mirar por la ventana también, al parecer Cat había visto a alguien allí dentro.

¿Qué ocurre? —Preguntó Pierre. Cat simplemente negó con la cabeza, parecía algo desconcertada, como si no comprendiese muy bien qué era lo que acababa de ver.

Tras un par de horas de espera, Cooper consiguió abrir la compuerta. Todos suspiraron aliviados, pero solo durante un segundo. Dentro el hedor a muerte era aún peor. El técnico les informó de que debían llegar hasta el puente para hacer que las luces y calefacción funcionasen con normalidad. De momento seguirían con los trajes espaciales puestos, aunque sin casco, y se guiarían por las luces de emergencia. Ashton desde la Ocassus les dio el visto bueno.

A medida que iban explorando la nave, iban internándose en las entrañas del horror. La Bora estaba en un estado realmente lamentable. No era para menos, ya que parecía que una autentica batalla campal había tenido lugar allí. En constante comunicación con la Ocassus, estuvieron especulando sobre lo que había podido suceder. La nave estaba destrozada, y vieron muchas manchas marronáceas y oscuras que Vince calificó como sangre. García propuso que quizás “algo” había entrado en la nave. Y todos los tripulantes habituales de la Ocassus asintieron en silencio, pensando que esa sería una buena explicación para la presencia de Vince Mayer en aquella misión.

A las pocas horas de inspección encontraron los primeros cadáveres. Cooper no pudo evitar echar la pota en el pasillo. Estaban en uno de los comedores de recreo. Con aquellos cuerpos mutilados y podridos, la teoría del ataque exterior quedó por completo descartada. Era evidente que aquellas personas se habían matado entre si. Tanto Ashton como García les recomendaron no tocar los cuerpos, informarían a la compañía, y ellos decidirían. Los parámetros de la misión estaban claros.

Pasadas siete horas llegaron hasta el puente de mando. Las compuertas de seguridad estaban cerradas. Alguien había intentado abrirlas, al menos eso explicaría las marcas de disparo. En el lateral derecho había otro cadáver. Habían encontrado ya a catorce de los veintitrés tripulantes de la Bora. Todos estaban muertos, y por las condiciones de la nave, dudaban que hubiese nadie con vida. Tras algunas deliberaciones, Cooper se puso a trabajar en la puerta.

***

¿Qué vio cuando estábamos en la sala de descompresión? Vince había estado dando vueltas a aquello desde que entraron en la nave. Ahora todos estaban sentados en el suelo, esperando que la magia de Cooper con la puerta surgiese efecto. Cat era de ese tipo de mujer que daba miedo, pero él necesitaba saber. Ella torció el gesto y pareció meditarlo durante unos segundo. Todos, incluso Cooper que estaba a lo suyo con la puerta, se dieron la vuelta para mirarla. Por fin la mujer echó la cabeza hacía atrás y la apoyó sobre la pared de metal diciendo:

Vi... Simplemente algo que no podía estar allí. —Hizo una pausa larga, esperando que aquello bastase a sus compañeros. Pero ellos seguían intrigados. Cuando yo era pequeña, tenía una hermana gemela. Murió. Se ahogó en un lago. Aunque hace mucho de aquello, aún pienso en ella. La echo de menos. Cuando miré por la escotilla... Bueno. Me pareció verla.

Ella soltó una risa nerviosa, queriendo dar poca importancia a aquello. Cooper sonrió a su vez y volvió al trabajo. Vince sintió un escalofrío. Desde que había entrado allí había tenido aquella horrible sensación. Al principio indefinida, pero con el paso del tiempo, se sentía más y más observado. Estaba deseando salir de allí. La muerte pululaba a su alrededor.

Tras un par de horas más, la puerta de seguridad se abrió. Cat, Pierre y Vince empezaron a levantarse del suelo. Vince flexionó las piernas un par de veces, habían estado a punto de quedársele dormidas. El interior del puente de mando estaba en penumbra, excepto por alguna luz parpadeando en las consolas. Los mamparos de seguridad de las ventanas estaban bajados.

Cooper, ¿Puede encender alguna luz? Preguntó Vince mirando al interior con cierto temor. Tengo ganas de acabar cuanto antes.

Cooper asintió y sacando una pequeña linterna se adentró en el puente. Cat le acompañó, encendiendo también la linterna que llevaba incorporada su arma, e hizo un gesto a Pierre para que se quedase atrás con Vince. Todos guardaban silencio. Una calma tensa les apremiaba. Pierre, nervioso, apuntaba hacia el puente.

El alarido de Cooper rasgó la oscuridad.

Cat disparó su arma, y sus destellos revelaron una enorme silueta bulbosa abalanzándose sobre Cooper. Ella retrocedió hasta la puerta, Pierre empezó a disparar también, Vince retrocedió un par de pasos desconcertado y asustado. El monstruo que les había estado aguardando en el interior, soltó un gorjeo y después hubo silencio nuevamente. Cat y Pierre dejaron de disparar y la cabeza cercenada de Cooper salió rodando desde la oscura sala de mando hasta los pies de Pierre. Quedó boca arriba con una expresión de terror, la sangre y los músculos desgarrados se esparcían por el suelo. Vince miraba todo como ido. Aquello no podía estar sucediendo.

Adentrarse en la oscuridad es desaparecer.

Al igual que le había sucedido en el túnel, se había quedado petrificado. A su alrededor, Cat y Pierre, entrenados para situaciones como esta, consiguieron llevárselo de allí casi a rastras. Debían huir. Llegar hasta la Ocassus y trazar una nueva estrategia.

***
Corrieron sin descanso por los largos pasillos de la Bora. Pierre iba al frente, Vince – que había conseguido centrarse – iba en el medio, y Cat corría en la retaguardia mirando atrás y adelante con el arma en alto. No estaban seguros de si el monstruo les perseguía, y Vince presentía que correr no les iba a servir de mucho, si una bestia como aquella quería darte caza y jugar con tu cabeza lo conseguiría. Tras un largo rato de carrera, llegaron hasta la escotilla de la sala de descompresión. Pierre intentó abrirla, pero estaba cerrada. ¿La habían cerrado al entrar? No lo creían, pero no podían estar seguros. Sin perder nada de tiempo, Cat y Pierre, recogieron algunos de los escombros del pasillo, apilándolos y parapetándose frente a lo que pudiese venir en cualquier dirección. Nuevamente Vince pensó que aquello no les serviría de mucho. Cat, con una frialdad metódica informó al resto de la tripulación en el Ocassus a través de su micro de todo lo ocurrido. Vince se recostó sobre la escotilla de salida. Estaba asustado. Incluso ahora pasaría alegremente por el túnel, y sin rechistar. Miró al techo preguntándose por que demonios había aceptado aquel trabajo. Ahora mismo podría estar en su casa, tranquilo y a salvo. Bajó la vista hasta la pared de enfrente y lo vio. Aquello le golpeó y le asustó más que el propio monstruo. En la pared del pasillo, alguien había grabado en el metal:

Susiv aredis da arret ni sedep”

***

Tras una intensa discusión, Ashton resolvió que él y Mel se quedarían en la Ocassus para advertir a la nave militar, y el resto de la tripulación se armaría hasta los dientes e intentaría sacar al primer grupo de la Bora. Vince, un poco desconcertado, intentó recordar a todos que si no cumplían el trabajo varias corporaciones les llevarían a juicio. Pero al capitán Ashton aquello pareció darle igual. No pensaba dejar que nadie más muriese. Si la corporación, o la compañía, o quien fuese quería los datos de aquella nave que viniesen ellos mismos a por su mercancía. Él no arriesgaría la vida de sus hombres. Vince no estuvo de acuerdo. Para sus adentros, y por su cuenta, supo que tendría que acabar aquella misión. Tenía ordenes especificas, y entendía que aquello era más importante. Pero al mismo tiempo, no podía obviar el mensaje que había aparecido en la pared. Fuese lo que fuese lo que habitaba en aquella oscuridad, había conseguido adentrarse en su mente y en la de sus compañeros también.

Pasada no más de una hora, el resto de la tripulación de la Ocassus estaba al otro lado de la escotilla. Porter era ahora quien batallaba por abrir la maldita puerta.

Esta nave parece tener voluntad propia. Dijo Porter frustrado.

Todos estaban en tensión. Tras lo que les pareció una eternidad, la voz de Ashton les informó de que los militares estaban ya en camino. No tardarían en llegar. Todos suspiraron aliviados. Pareció que iba a callarse, pero entonces preguntó:

Bien Doctor Mayer. ¿Hay algo que quiera contarnos?

No sé a qué... Vince intentó escabullirse.

Vamos... No pensará que nos hemos creído que envían a un experto como usted a por unos datos que podrían haber recuperado Cooper o Porter. Le cortó Ashton en tono auto-suficiente. Hay algo más, ¿verdad?
Vince dudó. Había firmado un contrato, se jugaba su carrera y su reputación. Por otra parte, aquella gente se estaba jugando la vida. Le pareció justo contarles lo que sabía.

La nave Bora recibió una lectura anómala en esta zona. Al principio pensaron que era la interferencia del asteroide, pero tras una investigación llegaron a la conclusión de que esta zona no estaba siendo transitada. Hay algunas distorsiones y las naves de transporte prefieren no circular por aquí. Así que aprovechando su viaje inaugural, las corporaciones decidieron mandar a la Bora a investigar. Hizo una pausa intentado organizar sus pensamientos. Llegó con rapidez. Pero eso no era nada extraordinario, es una nave de clase Arconte. La mejor de su categoría. Durante los primeros informes todo fue bien. Pero después... Cat y Pierre le miraban fijamente. No había reproches en su mirada, solo curiosidad. Entendió que todos estaban pendientes de su relato. Bueno, después la cosa se volvió extraña.

Extraña, ¿En que sentido? preguntó desde el otro lado la doctora García.

El capitán de la Bora empezó a desvariar. Dijo que un ente de luz se le había aparecido, que le había revelado los secretos de la existencia. Hizo una pausa, no sabía como contar aquello sin que pareciese absurdo. Más de lo que ya era. Obviamente hubo orden de relevarlo. Era evidente que había perdido el juicio. Pero el problema con el que se encontraron en la tierra, fue que todos habían tenido visiones de ese tipo. No había nadie cuerdo en la maldita nave. Quien no había visto un ser de luz, había estado conversando con su abuelita, había viajado montado en un astro, o cualquier locura que se les pueda ocurrir. Así que los expertos en casa dictaminaron que había una especie de locura colectiva. Se podía deber a algún fallo en el suministro, comida en mal estado... Cualquier cosa. Volvió a guardar silencio. Ashton le pidió por los interfonos que no se hiciese de rogar, así que continuó, aunque no era fácil. Empezaron a montar un grupo de rescate, incluso estuvieron a punto de llamar al ejercito. Pero entonces fue cuando revisaron las grabaciones de las comunicaciones con la Bora. En el fondo había algo más. Es difícil de explicar... No era solo sonidos que no podían estar allí, si no también voces. Voces de personas que la computadora no era capaz de reconocer. Sonidos animales que jamás habíamos escuchado. Así que los jefes decidieron no llamar al ejercito y contactar conmigo.

Pero... Eso significa entonces que sí hay “algo” más en esta nave. ¿Por qué no dijo nada? Dijo Porter aterrorizado. Vince intentó darle una explicación, pero la doctora García lo interrumpió:

¿Y por que no llamaron a los militares? Ellos están mejor preparados que nosotros para esto...

Vamos Laura, ¿No lo entiendes? Ashton habló de nuevo. Si los militares descubren algo tan jugoso como esto se harán con el control, entonces las corporaciones perderían su tajada.
Pues entonces estamos jodidos. Para asombro de todos fue Pierre el que habló. Si no nos mata esa maldita cosa, lo harán los militares. No van a dejar que nos marchemos de aquí con información que les pueda perjudicar.
Todos empezaron a murmurar nerviosos. La situación pintaba realmente mal. Pierre sabía de qué hablaba, él había sido militar. El ambiente se estaba calentado. Vince intentaba justificarse. Pierre miraba al suelo con el arma entre las manos, quizás pensado que era mejor pegarse un tiro ahora que enfrentarse a sus antiguos compañeros. Todos estaban alterados, todos excepto Cat. Esta miraba  al fondo del pasillo. Había dejado caer su arma a un lado. Pierre levantó la mirada hacia ella, después la dirigió al punto que Cat observaba. Había algo allí, al fondo del pasillo. Se levantó y se puso junto a su superior. Vince, a través de su micro mandó callar al resto. Se hizo el silencio. Hasta ellos llegó una voz infantil, estaba cantando una canción.

¿Vosotros también la oís? Preguntó Cat en voz baja. Cuando Vince se puso de pie y llego hasta la mujer, esta estaba llorando. Le puso una mano en el hombro, y ella le dirigió una fugaz mirada.

Pierre, se puso en guardia de nuevo, y salió de detrás del parapeto. Vince pensó que eso era una estupidez, pero no se planteó ni por un segundo ir detrás del hombre. Con pasos lentos se acercó hasta aquello. La vocecita aguda seguía cantado, ahora que estaba más cerca podía oír también un burbujeo, como si estuviese cantando bajo el agua. Pierre recordó la historia de Cat, y se le pusieron los pelos de punta. Cuando estuvo a penas a unos pasos de aquello, descubrió que era una chiquilla, y que podría ser tal y como Cat fue de niña. Pierre pensó que los disparos le servirían de muy poco contra un fantasma, pero aún así no podía dejar de avanzar. Cuanto estuvo cerca, la niña con el pelo húmedo y pegado a la cara, y unos enormes círculos negros al rededor de sus ojos, alargó los brazos en dirección al hombre. Quizás por que estaba solo centrado en la niña, no vio lo que había más atrás. Unos enormes tentáculos empezaron a retorcerse al rededor de la figura mortecina. Con una rapidez mortal, salieron disparados hacia el hombre desde la oscuridad, lo agarraron por el cuello, brazos y piernas, y con un movimiento rápido y fuerte, desmembraron a Pierre. Las salpicaduras de sangre llegaron hasta el parapeto frente a la escotilla. Una vez más Cat reaccionó rápidamente y empezó a disparar. Lloraba, disparaba y gritaba enfurecida. Vince golpeando el cristal de la escotilla con todas sus fuerzas suplicaba que abriesen la puerta. Como si de un milagro se tratase la escotilla se abrió de par en par. Vince entró de un salto, aterrizando de bruces contra el suelo. El resto de la tripulación llamó a Cat a gritos. Ella miró un segundo hacía atrás y dio un par de pasos en esa dirección. Estaba ya frente a la compuerta abierta, cuando otro de los enormes y morados tentáculos la cogió por la cintura. Dejó de disparar y lanzó un grito de dolor, llevando las dos manos al tentáculo para intentar liberarse. Pero el tentáculo hizo un rápido movimiento horizontal y la espalda de Cat se partió como un palo. Todos escucharon el crujido. Al echar la cabeza hacía atrás una vomitona de sangre y restos salpicaron el cristal de la escotilla. Ella quedó colgando inerte doblada en dos, y el monstruo la arrastró hacia si, eliminádola del campo de visión del resto. Porter, sin pensarlo dos veces volvió a cerrar la puerta.

***

¡¡Dios mio!! ¿Qué coño acaba de pasar? Gritó Mel.

Ashton, tan confundido como ella, no supo que contestar. Ademas, para más tensión, las comunicaciones desde la Ocassus con la nave Bora acababan de desaparecer. Ashton, con frenesí pulsaba botones y comandos en las consolas, intentando recuperar el contacto. Mel corrió a ayudarle. El equipo debía volver cuanto antes. Estaban tan enfrascados en la tarea que no notaron cuando la gran mole se cernió sobre ellos.

En la sala de descompresión de la Bora, Vince, Julie, Porter, y García, también intentaban contactar con su capitán. Estaban aterrados. Julie se vino abajo y se echó a llorar mirando fijamente el escupitajo sanguinolento que Cat había dejado sobre el cristal. Vince se sentó en uno de los bancos intentado ordenar sus pensamientos y decidir que hacer a continuación. Se sentía superado. Por su parte Porter y García miraban al exterior por la otra ventana, veían el túnel y la escotilla de entrada de la Ocassus. De repente una lengua de fuego salió despedida desde la parte delantera de la Ocassus, exactamente desde donde debía estar la sala de mando. García gritó, llevándose las manos a la boca con disgusto, Porter observaba la escena incrédulo. La Ocassus empezó a oscilar sobre su eje, y los cables y hierros del túnel empezaron a retorcerse y chirriar. Momentos después, la Ocassus había dado una vuelta casi completa, y había acabado rompiendo el túnel por el medio, dejando a la Bora a su suerte con un apéndice metálico saliéndole de un costado. Tras unos segundos la Ocassus explotó por completo, ellos dentro de la Bora notaron una suave hondonada. Ahora miles de escombros de lo que había sido su hogar en los últimos años flotaban desperdigados a su alrededor.

***

¿Y Ashton y Mel? Preguntó Julie al fin. No sabían cuanto tiempo había pasado desde que su nave explotase, pero Vince estaba seguro de que había sido unas cuantas horas.

Han muerto. Respondió García. Julie empezó a sollozar de nuevo.

Todos se habían acomodado en la pequeña sala. Por lo poco que había comentado Ashton de su plan, esperaban que los militares llegasen en unos días. Porter les había informado de que gracias al sistema de manutención de vida de los trajes espaciales podrían conseguirlo. No iba a ser fácil, pero era posible. Para Vince, las últimas palabras de Pierre repiqueteaban en su cabeza como un martillo sobre un yunque.

Estamos jodidos.
Si no nos mata esa maldita cosa, lo harán los miliares.
No van a dejar que nos marchemos de aquí.
Vince flotando perdido en la nada.

Pierre tenía razón. Vince se armó de valor para romper el silencio. Todos le miraron, y en sus ojos había odio. Supuso que le culparían a él. Incluso Julie lo haría. Los militares nos matarán, si no lo hace esa criatura antes.
Entonces, ¿Qué propones? Julie preguntó a modo de reproche, seguía llorando, pero él lo tomó como algo literal. En su mente se estaba fraguando un plan.

Debemos atrapar al alíen. Dijo pasando la mirada de uno a otro. Los demás hicieron gestos de desdén. O al menos averiguar todo lo que podamos sobre él antes de que lleguen los militares. La compañía dará la cara por nosotros si somos rentables.

Convertirse en moneda de cambio entre el Ejercito y las Corporaciones no era el destino ideal para nadie, pero a pesar de que era un futuro horrible, todos convinieron en que era el que más probabilidades de sobrevivir les ofrecía. Juntos urdieron un plan. Uno sencillo que podrían realizar. Era poco ambicioso, pero Vince pensó que estaba a su alcance.

  1. Esquivar el monstruo.
  2. Llegar hasta el puente.
  3. Conseguir los datos.
  4. Volver a la casilla de salida.

Iban armados, todos se pusieron en guardia y avanzaban en formación por el estrecho pasillo. Si alguien ajeno a toda la historia los estuviese mirando, habría dicho que eran profesionales. Avanzaron durante horas. A mitad del trayecto Vince tuvo la sensación de que el monstruo los perseguía, arrastrándose y siseando en la oscuridad del pasillo. Durante un segundo cruzó su mirada con García, y vio en sus ojos que ella también había llegado a la misma conclusión. Aún así, siguieron avanzando.

Lo conseguirían, habían llegado hasta el puente y consiguieron restablecer las luces, y ahora Porter estaba ejecutando los protocolos para cerrar la compuerta de seguridad. Julie dirigió la mirada hacia el pasillo con gesto asustado.

¿Qué ocurre? ¿Viene esa cosa? Preguntó García.

Dios mio... – Dijo apenas en un susurro, parecía conmocionada. ¡¡Corra!! ¡¡Venha con nós!!

Julie, no. Es ese ser esta jugando contigo, igual que hizo con Cat. Vince entendió al momento qué estaba ocurriendo.

¿Pero, es que no lo oyes? Está ahí, me está llamando.

La poca cordura que Julie hubiese podido conservar después de todo lo ocurrido, acababa de desaparecer. El monstruo jugaba con ella ahora. Quizás después de todo se había dado cuenta que era más fácil atraerlos hasta sus tentáculos, que correr detrás de ellos. Vince intentó retenerla, pero Julie forcejeó con él hasta que salió al pasillo. Porter, ajeno a todo aquello, consiguió unos segundos después que las compuertas de seguridad se cerrasen de un solo golpe. Vince se lanzó contra la puerta, y golpeándola con los dos puños lanzó un grito de frustración. Porter, en un acto reflejo alargó el brazo hasta la consola para reabrir la puerta, pero García se lo impidió. Era demasiado tarde. A través de la gruesa capa de metal, se escuchó un último alarido de muerte agónica.

Ahora ya solo quedaban tres. Vince se obligó a desterrar cualquier recuerdo sentimentaloide sobre Julie, y centrarse en la tarea que le ocupaba. Consiguió acceder a los diarios de la tripulación, aquello le llevó horas, pero no encontró información útil sobre el monstruo o su origen. Si bien estaban plagados de locuras, ya que cada confidente contaba una historia sobre una visión diferente, nadie mencionó nada realmente nocivo. Los tres supervivientes estaban desconcertados. Era evidente que su primera teoría, la que decía que los tripulantes se habían matado entre si, era la correcta. Aún así Vince volcó todos los datos de misión y los diarios en la memoria de pulsera. Estaba resuelto a terminar lo que había empezado. Comprobó su reloj, los militares tardarían aún algo más de tres días. No habían visto ni rastro del monstruo, así que decidieron esperar en el puente. Tal y como había dicho Porter, con los sistemas de mantenimiento de vida del traje podrían pasar ese tiempo sin comer ni beber. Solo quedaba esperar.

***

Otra vez el parque.
Otra vez la nada.
Otra vez aquellos tentáculos morados arrastrando todo hacía la oscuridad.
Susiv aredis da arret ni sedep.

García lo despertó con brusquedad. Vince salió de su pesadilla recurrente para entrar en la real. Porter disparaba un arma contra un ser que ocupaba la mitad del puente, y cuyos tentáculos amenazaban con arrancarle la cabeza. Tras despertarle, García cogió una de las armas y empezó a disparar también. Juntos contenían el monstruo. Vince tuvo una horripilante sensación de familiaridad con aquella bestia. ¿Era el terror de su sueño? No. Aquello no era posible. Uno de los enormes tentáculos se acercó a Porter, haciendo caso omiso a sus disparos, y de un golpe lo derribó al suelo. Vince llegó hasta él. Tenia el pecho ensangrentado y desgarrado. Con poco esfuerzo consiguió despojarle de la casaca de su traje espacial, necesitaba inspeccionar las heridas. Porter, echando espumarajos sangrientos por la boca, le dirigió una mirada desencajada pero consciente. Debían marcharse de allí. Con cuidado lo recostó sobre el suelo junto a la puerta, y después gritó a García que debían marcharse. García pareció comprender al instante, aunque no se había dado cuenta del estado de muerte inminente que presentaba Porter. Vince cogió una de las armas y empezó a disparar también. De una patada al panel la puerta se abrió, y caminando hacía atrás sin perder de vista el objetivo ni dejar de disparar, los dos salieron al pasillo. Porter, en un esfuerzo titánico, consiguió mover su maltrecho cuerpo unos pocos centímetros hasta el panel, despidiéndose de sus compañeros con la mirada, accionó el cierre de la puerta. García comprendió entonces que estaba pasando. Lanzó un grito desesperado, bajando el arma corrió hacia la puerta, el ser que pareció intuir su movimiento, alargo un tentáculo hacía ella. La puerta lo cercenó como si fuese de mantequilla. La extremidad ejecutaba una danza siniestra y espasmódica en el suelo del pasillo rodeado por los restos desparramados de lo que había sido Julie.

Vince aún tenía la casaca rasgada de Porter. Se agachó sobre el tentáculo cercenado y lo envolvió con los restos de tela. Aquello sería una buena baza. Él y García echaron a correr por el pasillo. A mitad del recorrido la mujer se detuvo.

¿Aún no lo entiendes verdad? Dijo con la respiración entrecortada por el esfuerzo de la carrera. Vince no sabía a qué se refería. Ese monstruo... No es un alienígena, esa cosa la hemos creado nosotros. Vince pensó que la mujer había perdido la cabeza. ¿Como entró en el puente si no? Vamos, ¡Piénsalo!. Todo lo que nos ha ocurrido eran cosas que estaban en nuestras cabezas. Salieron de allí.

‪—Eso es imposible. No hay ninguna forma de vida que sea capaz de eso. Sentenció Vince. En aquel momento algo más que su voz sonó en el pasillo. Miró a García, y ella empezó a llorar. El sonido era una jauría de perros acercándose hacía ellos. El terror le atenazó.

Desde que lo he comprendido he intentando no pensar en ello. Pero ha sido imposible. Dijo García asustada. Son perros. Es mi mayor temor, y ahora vienen a por mi. ¡¡Corre!!

Unos perros de una raza incalificable para Vince, aparecieron corriendo por el pasillo. Sin más se abalanzaron sobre García, a pesar de que parecía resignada a su destino, aulló de dolor cuando los animales se cernieron sobre ella y le desgarraron la carne. Vince se abrazó al tentáculo y corrió con todas sus fuerzas, no paró hasta llegar a la sala de descompresión.

***
Así que allí estaba ahora. Solo y con todo el peso de los hechos sobre su conciencia. Apoyado sobre la escotilla, miró a la puerta de salida. Se vio reflejado en el cristal, y una luz se iluminó en su cabeza.

Susiv aredis da arret ni sedep, es en realidad, Pedes in terra ad sidera visus.

La voz dulce de su madre sonó armónica dentro de él.

Los pies en la tierra, la mirada en el cielo.

Por fin sabía que significaba aquello. García había tenido razón, todo aquello estaba en su mente, en la mente de Vince Mayer. Comprendió que al subir a la nave arrastrando su pesadilla, aquel ser había tomado forma. Y aquello debía de terminar con él. No importaba ya que llegasen los militares o no, ya que no habría salvación para nadie. Con pasmosa tranquilidad se acercó hasta la puerta de salida, la que daba al vacío del espacio. Conteniendo la respiración accionó el panel para abrir la puerta. En cuanto esta se abrió, la nada le succionó. Pero no tuvo miedo, cerró los ojos y se preparó para dormir en paz por primera vez en mucho tiempo.

Vince flotando perdido en la nada, flotando en la inmensidad del espacio.
Por los tiempos de los tiempos.
Fin de la pesadilla.