Había
intentado luchar contra el monstruo, pero había sido en vano. Tenía
un poder desconocido para cualquier hombre hasta la fecha. Aún así,
había conseguido uno de sus tentáculos. Cuando la nave de rescate
llegase hasta ellos, volvería a la tierra, al hogar. Y llevaría con
él la prueba material del horror que les había asediado en aquella
nada. Lo había envuelto con lo que había quedado del uniforme de
Porter, al menos su muerte serviría para algo. La suya y la del
resto de tripulantes. Relajándose un poco, hundió el rostro entre
las manos y comenzó a sollozar, en parte agradecido en parte aún
aterrorizado. Se sentía seguro en el módulo de descompresión.
Sabía que sería imposible para el alienígena abrir la puerta desde
el otro lado. En el momento que se sumía en la marea de estrés que
le venía arroyando desde que llegaron allí, dejándose inundar por
la pena y bajando la guardia, la esclusa emitió un fuerte quejido.
Más bien fue un repiqueteo juguetón desde el otro lado. Supo al
instante que el monstruo estaba allí. Dejó de lloriquear en el
acto, prestando toda su atención al cristal que permitía la visión
al interior de la nave. Estaba sucio de la sangre y las vísceras de
Cat, con lo que ver algo a través de él era algo totalmente
imposible. Aún así lo poco de cordura que le quedaba le instaba a
actuar de forma racional, aunque fuese algo absurdo como mirar a
través de un cristal opaco por la sangre. Miró al rededor en el
minúsculo habitáculo en el que se encontraba. Todo seguía igual
que lo habían encontrado, destruido y cochambroso. Jamás debieron
subir a la nave. El encontrarla de aquella forma debería haberles
dado una pista del destino que les esperaba allí. Volvió a oír al
alienígena tras la escotilla, pero esta vez el sonido fue diferente,
se había frotado contra el metal, como queriendo hacer saber a su
victima que estaba allí. Hacerle saber que estaba esperando. Vince
se levantó despacio. Miró a través de la ventana, intentado ver
algo de lo que ocurría en el pasillo interior. Con el puño de su
chaqueta intentó limpiar la sangre del cristal para poder ver.
Aquella porquería no salía. Moviendo la lengua dentro de la boca
recogió algo de saliva y escupió al cristal. Mucho mejor, ahora la
sangre seca y los grumos no se resistieron al barrido de la manga. El
interior de la nave, o al menos lo poco que se podía ver del pasillo
desde allí, parecía desierto e igual de destrozado. Allí no había
nada. Aquel ser estaba de nuevo jugando con su mente, como había
hecho con todos. Sin previó aviso, algo se movió tras de él. Se
dio la vuelta de un salto, quedando de espaldas a la esclusa y al
cristal. Miró al banco donde había estado sentado, y vio – para
su asombro y terror – que el tentáculo había conseguido escapar
de su mortaja improvisada, y estaba ahora revolviéndose en el suelo.
Se movía como el rabo cercenado de una lagartija. Tuvo la certera y
abrumadora sensación de que algo había cambiado en la pequeña
sala. Levantó la vista hacía la escotilla de salida, y allí
estaba. Grabado a fuego en las paredes de metal, como la otra vez.
“Susiv
aredis da arret ni sedep”
—¡¡No
sé qué coño significa!! ¡¡Por favor!! —Empezó
a gritar fuera de si, como si aquel ente pudiese escucharle desde
allí dentro —¡¡No sé
lo qué es!!
Poco a
poco fue desmoronándose hasta caer de rodillas al suelo, llorando de
nuevo, cualquier resquicio de valentía que le pudiese quedar estaba
hecho pedazos ahora. Había intentado luchar contra el monstruo, pero
todo había sido en vano.
***
Está
de pie en el arenero. El resto de los niños han sido malos con él,
no le permiten jugar allí. Vince, el niño, se resiste a marcharse.
“No es justo”, murmura haciendo pucheros. Una de las niñas
le tira un puñado de tierra a la cara, él no tiene más defensa que
llorar. Su madre se acerca hasta ellos, lo coge en brazos y se lo
lleva hasta los columpios. Lo sienta en una de las silletas de
plástico y empieza a empujarle. El niño Vince ve sus piernas
oscilar entre el cielo y la tierra, ahora aquí ahora allí, el
balanceo parece animarlo. Su madre sabe que algún día será un gran
hombre. No es como el resto de los niños. Él no lo sabe, pero los
otros si lo notan, se lo huelen. Son crueles con Vince. Ella siempre
intenta animarle. “Los pies en la tierra, la vista en el cielo”.
Es una de sus consignas preferidas, mamá le ha dicho que es de un
antiguo filósofo griego. “Pedes in terra ad sidera visus”.
Él se la sabe de memoria y cuando se siente rechazado por el resto
de la tropa, la repite a modo de bálsamo para el alma.
Mientras
la línea del horizonte va oscilando de arriba a bajo, algo más
ocurre al rededor. Un enorme agujero se abre en el arenero, la tierra
parece helado derretido desparramándose hacía abajo, hacía la
nada. Las niñas malas empiezan a gritar, absorbidas por la oquedad.
Las madres, incluida la de Vince, empiezan a correr en aquella
dirección. Todas chillan asustadas. Vince lo ve todo desde su
columpio, sigue dándose impulso con las piernas, ajeno a la
historia. El agujero se ha hecho más grande, ya se ha tragado casi
todo el parque, a las madres, a los niños, ha invadido la calzada
adyacente y amenaza con tragarse a Vince sobre su columpio. Ahora sí
tiene miedo, sabe que la nada es desaparecer. No más parque, y no
más mamá. Intenta darse más y más impulso, como si pudiera salir
volando por encima de aquel agujero y dejarlo todo atrás. Y entonces
salta. Consigue adelantar la cabeza y empieza a mover los brazos como
un pajarillo batiendo su alas. Va a escapar volando. Pero tras unos
segundos, nota la fuerza de la gravedad atrayéndole hacía el
hambriento agujero. Bracea con más fuerza, necesita salir de allí,
mira desesperado a un lado y a otro. Entonces lo ve. En uno de los
laterales del parque, dónde todavía queda un muro en pie al borde
del precipicio creciente, alguien ha escrito con spray “Susiv
aredis da arret ni sedep”. Por
un segundo su mente infantil piensa sobre eso, como si fuese la
respuesta a algo, pero un enorme tentáculo morado sale del abismo y
se enrosca en su pierna. Le hace daño, rasga su pantalón y su piel.
Por fin la extremidad tira con violencia de su pequeña extremidad y
a la vez que nota el “clac”
de sus huesos separándose y rompiéndose, es arrastrado hacía la
nada mientras chilla aterrorizado.
***
—¡Vince! ¡Despierta!
Julie
le zarandeaba con cara de fastidio intentado que saliese de la
pesadilla, Vince despertó empapado en sudor. Otra vez ese sueño. No
importaba cuanto se alejase de la tierra. No importaba. Esa pesadilla
le perseguía allende las galaxias. “Susiv
aredis da arret ni sedep”, susurró
en voz baja de forma inconsciente.
—¿Qué?
—Preguntó
Julie contrariada. Él la miró, dándose cuenta por fin de que ella
estaba allí. “Nada”,
le susurró. Serenándose la envolvió con el brazo atrayéndola
hacía si. La besó con fuerza, ella no se resistió. Ronroneó
suavemente y sucumbió a sus caricias. Desde que había comenzado la
misión había estado durmiendo juntos. Era una buena forma de pasar
el tiempo en aquella nave, al menos hasta que llegasen a destino.
Juntos se arremolinaron entre las sábanas. Vince estaba dispuesto a
olvidar su sueño, una vez más.
***
El viaje desde la estación espacial que circundaba la tierra, no
duraba más de veinte días. Ya que era un viaje relativamente rápido
no se hibernaba a la tripulación. Los perjuicios de la hibernación
pesaban demasiado como para aplicarlos en un trayecto tan corto. Así
que los ocho tripulantes habituales de la Occasus, acompañados
esta vez por el doctor Vince Mayer, alternaban sus quehaceres en la
nave con la tediosa espera.
Consola
activada_ _ _ _ _
Cargando
datos de la tripulación_ ...
Joe
Ashton_
Región:
Reino Unido
Edad: 39 …
Ocupación:
Piloto ...
Rango:
Capitán ...
Melanie
Preston_
Región:
Estados Unidos ...
Edad: 23 …
Ocupación:
Navegante …
Rango:
Adjunto ...
Robert
Cooper_
Región:
India ...
Edad: 27 ...
Ocupación:
Mantenimiento …
Rango:
Oficial …
Lionel
Porter_
Región:
Brasil ...
Edad: 42 ...
Ocupación:
Mantenimiento ...
Rango:
Auxiliar …
Catherina
Donova_
Región:
Rusia ...
Edad: 30 ...
Ocupación:
Seguridad …
Rango:
Teniente …
Pierre
Fave_
Región:
Francia ...
Edad: 25 ...
Ocupación:
Seguridad …
Rango: Cabo
...
Julie
Barroso_
Región:
Portugal …
Edad: 22
Ocupación:
Intendencia ...
Rango: Civil
…
Laura
García_
Región:
España ...
Edad: 49 …
Ocupación:
Cientifica y comunicaciones ...
Rango: Civil
…
Cargando
datos de la misión_ _ _ _ _
Rescate de
la nave Bora, de clase Arconte. Varada en las coordenadas adjuntadas
en el archivo de datos. En el momento de su despegue la Bora contaba
con una tripulación de 23 hombres y mujeres. Actualmente se han
perdido todas las comunicaciones, siendo en estos momentos imposible
la conexión vía remota. La nave tenía como misión explorar y
recopilar datos del asteroide PX-456, sitiado en el borde exterior de
la Galaxia. El flujo de datos fue interrumpido 4 días antes de que
se partiese la nave Ocassus en misión oficial de rescate. Se deberá
dar máxima prioridad a la investigación, nave y demás suministros
técnicos en segundo lugar, tripulación en última instancia. La
nave militar de rango Conqueror, podrá ser desviada de su
trayectoria y misión actual como medida de apoyo, ya que en el
momento de intercepción se encontrará a no menos de 9 días
terrestres de distancia.
***
La consola
de comunicación parpadeó un par de veces y después la voz de
Ashton les instó a reunirse en el comedor. Llegaban a su destino. El
capitán les informó de que había otra nave militar cerca y que a
pesar de que no pertenecía a ninguna corporación, había sido
avisada para asistirles en la tarea. Tardarían una semana en llegar.
Ashton no confiaba en los militares, y prefería trabajar con civiles
y cargos de las corporaciones. Daban menos problemas.
Todos estaban nerviosos. La Bora era la nave insignia de la
compañía, y esperaban recuperarla en perfecto estado. Muchos no
tenían claro el papel de Vince en la misión, un médico
especializado en desarrollo de vida extraterrestre y terra-formación,
pero aceptaban de buen grado cualquier ayuda. Unas doce horas después
de la charla informativa, la Bora, a través de los ventanucos, dejó
de ser un punto en la lejanía a tener un tamaño similar al de una
lata de cerveza. Flotaba en la nada, sin aparente control humano.
Todos empezaron los preparativos. Vince por su parte y teniendo en
cuenta la poca información que le habían dado, se limitaba a
revisar su traje espacial y su consola de pulsera. No tenía ni idea
de lo que encontrarían allí, así que pidió a Cat una de las armas
de la tripulación. A pesar de que el médico sabría cómo usarla,
Cat rehusó darle una, dedicándole mirada contrariada. Aquel tipo no
le había gustado desde el primer momento.
Al día siguiente llegaron hasta la Bora, Ashton con la pericia del
experto que era, consiguió situarse en su misma posición y
enganchar el pasillo de aproximación a la escotilla de entrada de la
nave clase Arconte. La tripulación no notó más que un leve
traqueteo. Las órdenes que tenían – algo menos precisas que las
de Vince – dictaban que solo los agentes de seguridad y uno de los
técnicos acompañarían al medico al interior de la otra nave.
La Bora era realmente grandiosa. Al lado de esta, la Ocassus no
parecía más que un viejo cascarón. Les quintuplicaba en tamaño.
Desde el puesto de control Ashton y Mel observaban al monstruo de
metal.
– Esa Gran Señora nos dará problemas. – Dijo el hombre casi en
un susurro. Ashton además de sus habilidades como piloto, en sus
años de trabajo también había desarrollado su intuición. Sabía
que la escueta información de la misión escondía algo más. Y
estaban las transmisiones codificadas que había recibido el médico.
No. Aquello no pintaba bien. Los chicos de mantenimiento que no
quisieron perderse el espectáculo se habían situado tras de ellos y
admirados intercambiaban susurros sin dejar de mirar al exterior.
Mel, que apenas había servido antes de llegar a la Ocassus, acarició
su panel de mandos con dulzura, como intentado calmar a un caballo
agitado. No dijo nada, solo contempló aquella enorme tumba de metal
flotante.
La Bora tenía una apariencia muerta. A parte de las rutinas
automáticas, no parecía haber ningún otro signo de vida en ella.
Ni luces en el interior, ni ningún movimiento. Vince, junto a Cat,
Pierre y Cooper, miraban también la Bora desde la pequeña
ventanilla de la sala de descompresión. Apiñados como niños frente
al diminuto cristal, vieron la trayectoria que trazó Ashton, y
también vieron desplegarse el pasillo de acoplamiento desde la
Ocassus hasta la escotilla de la Bora. En cuanto el semi-tubo
apareció en escena, Vince se sintió mareado y se sentó en uno de
los banquillos. Había leído los procedimientos para utilizarlo.
Sobre el papel se veía muy capaz, ya que se describía como un
pasillo rígido, dirigido por un cableado por el que el astronauta no
tendría más que deslizarse ayudándose de la barandilla auxiliar.
Viéndolo en la vida real, no eran más que seis cables extensibles
que habían ido adelantándose hacía delante, unidos
por un enorme aro de aluminio, nada más. El hipotético tubo no
existía. Él tendría que deslizarse en medio de la nada entre un
cableado, si daba un paso en falso estaría fuera, y entonces...
Adiós. Se agitó. La sangre comenzó a palpitarle en las sienes. “No
voy a poder hacerlo” se dijo. Se echó las manos al casco, y
aplastándolas dentro de los enormes guantes contra el cristal de la
escafandra, se lamentó de la falta de contacto con su verdadera
piel.
—Doctor Mayer, ¿Se encuentra bien? —La
voz de García llegaba hasta él a través de los auriculares de su
escafandra. —Doctor
Mayer... Responda, por favor. —Volvió
a repetir la voz que sonaba enlatada. Vince salió de su trance, el
resto de sus compañeros en la pequeña sala le miraban ahora.
—Sí, estoy bien. —Dijo
intentado serenarse. No era cierto, pero pensó que debía
tranquilizar a sus compañeros. Respiró hondo un par de
veces, intentado retomar su auto-control.
—Por un momento sus pulsaciones han salido disparadas, —dijo
de nuevo García. Parecía haberse relajado. —Temí
que fuese a sufrir un ataque de pánico.
Vince no respondió. Se limitó a esbozar una sonrisa irónica y
resignada. El resto de sus acompañantes se relajaron un poco, Cat
dirigió la mirada al techo y se preguntó por que había tenido la
mala suerte de que le tocase ir de niñera. Era una de las “glorias”
que a veces le tocaba aguantar en su trabajo. Finalmente todos se
dispusieron a desembarcar de la Ocassus, Vince pidió ir el último,
así tendría tiempo de mentalizarse, y Cat decidió que los otros
dos fuesen delante, así ella podría vigilar de cerca al médico. La
puerta se abrió, y a pesar de ir embutidos en el traje espacial,
Vince notó como el frio le atenazaba.
Vince Mayer tuvo una visión de él mismo flotando en el espacio,
congelado y sin oxigeno por los tiempos de los tiempos.
Pierre salió el primero. Con asombrosa facilidad fue dándose
impulso hasta llegar a la escotilla de la Bora. Toqueteó durante
unos minutos el panel de acceso, pero nada ocurrió.
—Está muerta —Dijo
al resto a través de su micro. Cooper se puso en marcha en el acto
con su mochila de herramientas. Eran una tripulación bien entrenada.
Cat dedicó una fugaz mirada a Vince, que parecía perdido y miraba
al exterior con una expresión incalificable.
Está muerta, como tú flotando en el espacio.
Sin oxígeno.
Congelado.
Por los tiempos de los tiempos.
—Vamos, nos toca. —Dijo
Cat cuando los dos hombres en el exterior consiguieron que la puerta
de la Bora cediese. Vince salió de su trance y la miró sin
comprender.
—Primero yo, y después usted. —Dijo
Cat en tono conciliador. —Iremos
juntos.
Y echó a andar hacía fuera, como si aquello fuera de lo más
normal. Vince la siguió como un autómata, pero cuando estuvo en el
umbral se sintió incapaz. Se vio apenas rodeado por aquellos cables,
los cuales el resto de la tripulación insistía en llamar “tubo”
– aunque de tubo no tenía nada –, y simplemente supo que no
podía hacerlo.
Vince flotando perdido en la nada.
La nada significa desaparecer.
No más parque, y no más mamá.
Cat
retrocedió un poco hasta su posición inicial, y tras el velo
protector del cristal le miró directamente. Vince extendió los
brazos hacía afuera, la oscuridad preñada de ojos muertos los
observaba ajena a su ansiedad. Con la respiración agitada, consiguió
sacar su cuerpo al vacío del espacio. No se sentía capaz, pero
debía hacerlo. Cat lo observaba preocupada. Había visto a muchos
hombres sucumbir a la presión del espacio. Sabía distinguir una
crisis cuando la veía, y aquel tipo estaba empezando a sufrir una.
Si se desmayaba y salia despedido hacía el vacío sería un
desastre. Era difícil un accidente en el túnel, pero no imposible.
Extendiendo los brazos también, empezó a hablar a Vince a través
del micro. Este parecía no oír nada. Con los ojos desorbitados e
hiperventilando, miraba a todos lados sin ver nada. Se había quedado
petrificado a la entrada del túnel. La doctora García empezó a
hablar de nuevo por los auriculares. “Vamos Mayer, no se quede
ahí parado”, “Puede conseguirlo”. Decía su voz con aquel
deje mecánico que le conferían los auriculares. Vince estaba fuera
de su alcance. Estaba en crisis.
Voces
flotando a su alrededor, en el espacio infinito.
Las
voces de los niños atrapados en la nada gritan desesperadas
intentado liberarse de su condena.
—Se ha
desmayado. —Informó a
los del interior Cat. Sin más, y ejecutando el protocolo, fue hasta
él. Desde su cinturón desplegó un cable fino de acero, y con el
mosquetón situado en el extremo, lo enganchó al cinturón de Vince.
Él, como muerto, estaba suspendido en el interior el túnel.
Arrastrándolo con cuidado para que no se enganchase a ninguno de los
aros de sujeción, lo llevó hasta el interior de la Bora.
***
Restablecer
las funciones básicas de la nave les costó menos de lo que
esperaban. Cooper consiguió ejecutarlas desde el panel de la cabina
de descompresión, que era también la puerta de entrada a la Bora.
Vince yacía recostado sobre una de las paredes de la pequeña sala.
En su desmayo, empezó a mover las piernas de forma espasmódica.
Cooper seguía a lo suyo, toqueteando la consola, intentado averiguar
que había podido pasar, pero Cat y Pierre se centraron en él. Ni
siquiera le había quitado la escafandra cuando restablecieron el
suministro de oxigeno. El gritó de Vince quedó amortiguado detrás
del cristal. Despertó desconcertado, nuevamente empapado en sudor.
Había tenido aquel sueño otra vez. Pierre se puso de rodillas junto
a él y empezó a ayudarle con el casco. Para hacerlo se descolgó su
arma a un lado, dejándola apuntar hacía el suelo. Cat por su parte
seguía con ella bien agarrada con ambas manos. Mientras se quitaba
el casco y se serenaba un poco, Vince pudo observar que algo no
marchaba bien. Cuando se hubo liberado de la protectora escafandra lo
entendió. Un fuerte olor a descomposición se le metió por las
fosas nasales. Se incorporó rápidamente y se llevó una mano a la
boca, conteniendo una arcada. Notó el sabor a bilis en la boca. Miró
al resto de sus compañeros, parecían tensos y asqueados a partes
iguales. Se puso de pie, y un fuerte mareo hizo que todo a su
alrededor diese vueltas. Afianzó ambos pies al suelo, la gravedad
artificial logró que pudiese conservar la verticalidad. Fijó su
mirada al frente intentado que su cabeza volviese a su sitio. Las
paredes estaban carcomidas por el oxido. Aquello le pareció extraño.
Miró a su al rededor, y comprobó que la sala de descompresión se
encontraba en un estado deplorable. Estaba destrozada por completo.
—¿Y esta
es la nave insignia de la Corporación? —Preguntó
sin esperar respuesta.
– Es
evidente que algo ha ocurrido.– Contestó Cooper sin volver la
vista atrás. Seguía enfrascado intentado abrir la puerta que daba
al pasillo interior de la nave.
Cat, con
la mandíbula apretada, y la enorme arma a la altura del pecho,
miraba a través del cristal de la escotilla.
—¡Eh!
—Gritó de repente. —¡Eh
tú!
Todos
corrieron a mirar por la ventana también, al parecer Cat había
visto a alguien allí dentro.
—¿Qué
ocurre? —Preguntó
Pierre. Cat simplemente negó con la cabeza, parecía algo
desconcertada, como si no comprendiese muy bien qué era lo que
acababa de ver.
Tras un
par de horas de espera, Cooper consiguió abrir la compuerta. Todos
suspiraron aliviados, pero solo durante un segundo. Dentro el hedor a
muerte era aún peor. El técnico les informó de que debían llegar
hasta el puente para hacer que las luces y calefacción funcionasen
con normalidad. De momento seguirían con los trajes espaciales
puestos, aunque sin casco, y se guiarían por las luces de
emergencia. Ashton desde la Ocassus les dio el visto bueno.
A medida
que iban explorando la nave, iban internándose en las entrañas del
horror. La Bora estaba en un estado realmente lamentable. No era para
menos, ya que parecía que una autentica batalla campal había tenido
lugar allí. En constante comunicación con la Ocassus, estuvieron
especulando sobre lo que había podido suceder. La nave estaba
destrozada, y vieron muchas manchas marronáceas y oscuras que Vince
calificó como sangre. García propuso que quizás “algo”
había entrado en la nave. Y todos los tripulantes habituales de
la Ocassus asintieron en silencio, pensando que esa sería una buena
explicación para la presencia de Vince Mayer en aquella misión.
A las
pocas horas de inspección encontraron los primeros cadáveres.
Cooper no pudo evitar echar la pota en el pasillo. Estaban en uno de
los comedores de recreo. Con aquellos cuerpos mutilados y podridos,
la teoría del ataque exterior quedó por completo descartada. Era
evidente que aquellas personas se habían matado entre si. Tanto
Ashton como García les recomendaron no tocar los cuerpos,
informarían a la compañía, y ellos decidirían. Los parámetros de
la misión estaban claros.
Pasadas
siete horas llegaron hasta el puente de mando. Las compuertas de
seguridad estaban cerradas. Alguien había intentado abrirlas, al
menos eso explicaría las marcas de disparo. En el lateral derecho
había otro cadáver. Habían encontrado ya a catorce de los
veintitrés tripulantes de la Bora. Todos estaban muertos, y por las
condiciones de la nave, dudaban que hubiese nadie con vida. Tras
algunas deliberaciones, Cooper se puso a trabajar en la puerta.
***
—¿Qué
vio cuando estábamos en la sala de descompresión? —Vince
había estado dando vueltas a aquello desde que entraron en la nave.
Ahora todos estaban sentados en el suelo, esperando que la magia de
Cooper con la puerta surgiese efecto. Cat era de ese tipo de mujer
que daba miedo, pero él necesitaba saber. Ella torció el gesto y
pareció meditarlo durante unos segundo. Todos, incluso Cooper que
estaba a lo suyo con la puerta, se dieron la vuelta para mirarla. Por
fin la mujer echó la cabeza hacía atrás y la apoyó sobre la pared
de metal diciendo:
—Vi...
Simplemente algo que no podía estar allí. —Hizo
una pausa larga, esperando que aquello bastase a sus compañeros.
Pero ellos seguían intrigados. —Cuando
yo era pequeña, tenía una hermana gemela. Murió. Se ahogó en un
lago. Aunque hace mucho de aquello, aún pienso en ella. La echo de
menos. Cuando miré por la escotilla... Bueno. Me pareció verla.
Ella soltó
una risa nerviosa, queriendo dar poca importancia a aquello. Cooper
sonrió a su vez y volvió al trabajo. Vince sintió un escalofrío.
Desde que había entrado allí había tenido aquella horrible
sensación. Al principio indefinida, pero con el paso del tiempo, se
sentía más y más observado. Estaba deseando salir de allí. La
muerte pululaba a su alrededor.
Tras un
par de horas más, la puerta de seguridad se abrió. Cat, Pierre y
Vince empezaron a levantarse del suelo. Vince flexionó las piernas
un par de veces, habían estado a punto de quedársele dormidas. El
interior del puente de mando estaba en penumbra, excepto por alguna
luz parpadeando en las consolas. Los mamparos de seguridad de las
ventanas estaban bajados.
—Cooper,
¿Puede encender alguna luz? —Preguntó
Vince mirando al interior con cierto temor. —Tengo
ganas de acabar cuanto antes.
Cooper
asintió y sacando una pequeña linterna se adentró en el puente.
Cat le acompañó, encendiendo también la linterna que llevaba
incorporada su arma, e hizo un gesto a Pierre para que se quedase
atrás con Vince. Todos guardaban silencio. Una calma tensa les
apremiaba. Pierre, nervioso, apuntaba hacia el puente.
El alarido
de Cooper rasgó la oscuridad.
Cat disparó
su arma, y sus destellos revelaron una enorme silueta bulbosa
abalanzándose sobre Cooper. Ella retrocedió hasta la puerta, Pierre
empezó a disparar también, Vince retrocedió un par de pasos
desconcertado y asustado. El monstruo que les había estado
aguardando en el interior, soltó un gorjeo y después hubo silencio
nuevamente. Cat y Pierre dejaron de disparar y la cabeza cercenada de
Cooper salió rodando desde la oscura sala de mando hasta los pies de
Pierre. Quedó boca arriba con una expresión de terror, la sangre y
los músculos desgarrados se esparcían por el suelo. Vince miraba
todo como ido. Aquello no podía estar sucediendo.
Adentrarse
en la oscuridad es desaparecer.
Al igual
que le había sucedido en el túnel, se había quedado petrificado. A
su alrededor, Cat y Pierre, entrenados para situaciones como esta,
consiguieron llevárselo de allí casi a rastras. Debían huir.
Llegar hasta la Ocassus y trazar una nueva estrategia.
***
Corrieron
sin descanso por los largos pasillos de la Bora. Pierre iba al
frente, Vince – que había conseguido centrarse – iba en el
medio, y Cat corría en la retaguardia mirando atrás y adelante con
el arma en alto. No estaban seguros de si el monstruo les perseguía,
y Vince presentía que correr no les iba a servir de mucho, si una
bestia como aquella quería darte caza y jugar con tu cabeza lo
conseguiría. Tras un largo rato de carrera, llegaron hasta la
escotilla de la sala de descompresión. Pierre intentó abrirla, pero
estaba cerrada. ¿La habían cerrado al entrar? No lo creían,
pero no podían estar seguros. Sin perder nada de tiempo, Cat y
Pierre, recogieron algunos de los escombros del pasillo, apilándolos
y parapetándose frente a lo que pudiese venir en cualquier
dirección. Nuevamente Vince pensó que aquello no les serviría de
mucho. Cat, con una frialdad metódica informó al resto de la
tripulación en el Ocassus a través de su micro de todo lo ocurrido.
Vince se recostó sobre la escotilla de salida. Estaba asustado.
Incluso ahora pasaría alegremente por el túnel, y sin rechistar.
Miró al techo preguntándose por que demonios había aceptado aquel
trabajo. Ahora mismo podría estar en su casa, tranquilo y a salvo.
Bajó la vista hasta la pared de enfrente y lo vio. Aquello le golpeó
y le asustó más que el propio monstruo. En la pared del pasillo,
alguien había grabado en el metal:
“Susiv
aredis da arret ni sedep”
***
Tras una
intensa discusión, Ashton resolvió que él y Mel se quedarían en
la Ocassus para advertir a la nave militar, y el resto de la
tripulación se armaría hasta los dientes e intentaría sacar al
primer grupo de la Bora. Vince, un poco desconcertado, intentó
recordar a todos que si no cumplían el trabajo varias corporaciones
les llevarían a juicio. Pero al capitán Ashton aquello pareció
darle igual. No pensaba dejar que nadie más muriese. Si la
corporación, o la compañía, o quien fuese quería los datos de
aquella nave que viniesen ellos mismos a por su mercancía. Él no
arriesgaría la vida de sus hombres. Vince no estuvo de acuerdo. Para
sus adentros, y por su cuenta, supo que tendría que acabar aquella
misión. Tenía ordenes especificas, y entendía que aquello era más
importante. Pero al mismo tiempo, no podía obviar el mensaje que
había aparecido en la pared. Fuese lo que fuese lo que habitaba en
aquella oscuridad, había conseguido adentrarse en su mente y en la
de sus compañeros también.
Pasada no
más de una hora, el resto de la tripulación de la Ocassus estaba al
otro lado de la escotilla. Porter era ahora quien batallaba por abrir
la maldita puerta.
—Esta
nave parece tener voluntad propia. —Dijo
Porter frustrado.
Todos
estaban en tensión. Tras lo que les pareció una eternidad, la voz
de Ashton les informó de que los militares estaban ya en camino. No
tardarían en llegar. Todos suspiraron aliviados. Pareció que iba a
callarse, pero entonces preguntó:
—Bien
Doctor Mayer. ¿Hay algo que quiera contarnos?
—No sé a
qué... —Vince intentó
escabullirse.
—Vamos...
No pensará que nos hemos creído que envían a un experto como usted
a por unos datos que podrían haber recuperado Cooper o Porter. —Le
cortó Ashton en tono auto-suficiente. —Hay
algo más, ¿verdad?
Vince dudó.
Había firmado un contrato, se jugaba su carrera y su reputación.
Por otra parte, aquella gente se estaba jugando la vida. Le pareció
justo contarles lo que sabía.
—La nave
Bora recibió una lectura anómala en esta zona. Al principio
pensaron que era la interferencia del asteroide, pero tras una
investigación llegaron a la conclusión de que esta zona no estaba
siendo transitada. Hay algunas distorsiones y las naves de transporte
prefieren no circular por aquí. Así que aprovechando su viaje
inaugural, las corporaciones decidieron mandar a la Bora a
investigar. —Hizo una
pausa intentado organizar sus pensamientos. —Llegó con rapidez. Pero eso no era nada extraordinario, es una
nave de clase Arconte. La mejor de su categoría. Durante los
primeros informes todo fue bien. Pero después... —Cat
y Pierre le miraban fijamente. No había reproches en su mirada, solo
curiosidad. Entendió que todos estaban pendientes de su relato.
—Bueno, después la cosa
se volvió extraña.
—Extraña,
¿En que sentido? —preguntó
desde el otro lado la doctora García.
—El
capitán de la Bora empezó a desvariar. Dijo que un ente de luz se
le había aparecido, que le había revelado los secretos de la
existencia. —Hizo una
pausa, no sabía como contar aquello sin que pareciese absurdo. Más
de lo que ya era. —Obviamente
hubo orden de relevarlo. Era evidente que había perdido el juicio.
Pero el problema con el que se encontraron en la tierra, fue que
todos habían tenido visiones de ese tipo. No había nadie cuerdo en
la maldita nave. Quien no había visto un ser de luz, había estado
conversando con su abuelita, había viajado montado en un astro, o
cualquier locura que se les pueda ocurrir. Así que los expertos en
casa dictaminaron que había una especie de locura colectiva. Se
podía deber a algún fallo en el suministro, comida en mal estado...
Cualquier cosa. —Volvió
a guardar silencio. Ashton le pidió por los interfonos que no se
hiciese de rogar, así que continuó, aunque no era fácil.
—Empezaron a montar un
grupo de rescate, incluso estuvieron a punto de llamar al ejercito.
Pero entonces fue cuando revisaron las grabaciones de las
comunicaciones con la Bora. En el fondo había algo más. Es difícil
de explicar... No era solo sonidos que no podían estar allí, si no
también voces. Voces de personas que la computadora no era capaz de
reconocer. Sonidos animales que jamás habíamos escuchado. Así que
los jefes decidieron no llamar al ejercito y contactar conmigo.
—Pero...
Eso significa entonces que sí hay “algo” más en esta
nave. ¿Por qué no dijo nada? —Dijo
Porter aterrorizado. Vince intentó darle una explicación, pero la
doctora García lo interrumpió:
—¿Y por
que no llamaron a los militares? Ellos están mejor preparados que
nosotros para esto...
—Vamos
Laura, ¿No lo entiendes? —Ashton
habló de nuevo. —Si los
militares descubren algo tan jugoso como esto se harán con el
control, entonces las corporaciones perderían su tajada.
—Pues
entonces estamos jodidos. —Para
asombro de todos fue Pierre el que habló. —Si
no nos mata esa maldita cosa, lo harán los militares. No van a dejar
que nos marchemos de aquí con información que les pueda perjudicar.
Todos
empezaron a murmurar nerviosos. La situación pintaba realmente mal.
Pierre sabía de qué hablaba, él había sido militar. El ambiente
se estaba calentado. Vince intentaba justificarse. Pierre miraba al
suelo con el arma entre las manos, quizás pensado que era mejor
pegarse un tiro ahora que enfrentarse a sus antiguos compañeros.
Todos estaban alterados, todos excepto Cat. Esta miraba
al fondo del pasillo. Había dejado caer su arma a un lado. Pierre
levantó la mirada hacia ella, después la dirigió al punto que Cat
observaba. Había algo allí, al fondo del pasillo. Se levantó y se
puso junto a su superior. Vince, a través de su micro mandó callar
al resto. Se hizo el silencio. Hasta ellos llegó una voz infantil,
estaba cantando una canción.
—¿Vosotros
también la oís? —Preguntó
Cat en voz baja. Cuando Vince se puso de pie y llego hasta la mujer,
esta estaba llorando. Le puso una mano en el hombro, y ella le
dirigió una fugaz mirada.
Pierre, se
puso en guardia de nuevo, y salió de detrás del parapeto. Vince
pensó que eso era una estupidez, pero no se planteó ni por un
segundo ir detrás del hombre. Con pasos lentos se acercó hasta
aquello. La vocecita aguda seguía cantado, ahora que estaba más
cerca podía oír también un burbujeo, como si estuviese cantando
bajo el agua. Pierre recordó la historia de Cat, y se le pusieron
los pelos de punta. Cuando estuvo a penas a unos pasos de aquello,
descubrió que era una chiquilla, y que podría ser tal
y como Cat fue de niña. Pierre pensó que los disparos le servirían
de muy poco contra un fantasma, pero aún así no podía dejar de
avanzar. Cuanto estuvo cerca, la niña con el pelo
húmedo y pegado a la cara, y unos enormes círculos negros al
rededor de sus ojos, alargó los brazos en dirección al hombre.
Quizás por que estaba solo centrado en la niña, no vio lo que había
más atrás. Unos enormes tentáculos empezaron a retorcerse al
rededor de la figura mortecina. Con una rapidez mortal, salieron
disparados hacia el hombre desde la oscuridad, lo agarraron por el
cuello, brazos y piernas, y con un movimiento rápido y fuerte,
desmembraron a Pierre. Las salpicaduras de sangre llegaron hasta el
parapeto frente a la escotilla. Una vez más Cat reaccionó
rápidamente y empezó a disparar. Lloraba, disparaba y gritaba
enfurecida. Vince golpeando el cristal de la escotilla con todas sus
fuerzas suplicaba que abriesen la puerta. Como si de un milagro se
tratase la escotilla se abrió de par en par. Vince entró de un
salto, aterrizando de bruces contra el suelo. El resto de la
tripulación llamó a Cat a gritos. Ella miró un segundo hacía
atrás y dio un par de pasos en esa dirección. Estaba ya frente a la
compuerta abierta, cuando otro de los enormes y morados tentáculos
la cogió por la cintura. Dejó de disparar y lanzó un grito de
dolor, llevando las dos manos al tentáculo para intentar liberarse.
Pero el tentáculo hizo un rápido movimiento horizontal y la espalda
de Cat se partió como un palo. Todos escucharon el crujido. Al echar
la cabeza hacía atrás una vomitona de sangre y restos salpicaron el
cristal de la escotilla. Ella quedó colgando inerte doblada en dos,
y el monstruo la arrastró hacia si, eliminádola del campo de visión
del resto. Porter, sin pensarlo dos veces volvió a cerrar la puerta.
***
—¡¡Dios
mio!! ¿Qué coño acaba de pasar? —Gritó
Mel.
Ashton, tan
confundido como ella, no supo que contestar. Ademas, para más
tensión, las comunicaciones desde la Ocassus con la nave Bora
acababan de desaparecer. Ashton, con frenesí pulsaba botones y
comandos en las consolas, intentando recuperar el contacto. Mel
corrió a ayudarle. El equipo debía volver cuanto antes. Estaban tan
enfrascados en la tarea que no notaron cuando la gran mole se cernió
sobre ellos.
En la sala
de descompresión de la Bora, Vince, Julie, Porter, y García,
también intentaban contactar con su capitán. Estaban aterrados.
Julie se vino abajo y se echó a llorar mirando fijamente el
escupitajo sanguinolento que Cat había dejado sobre el cristal.
Vince se sentó en uno de los bancos intentado ordenar sus
pensamientos y decidir que hacer a continuación. Se sentía
superado. Por su parte Porter y García miraban al exterior por la
otra ventana, veían el túnel y la escotilla de entrada de la
Ocassus. De repente una lengua de fuego salió despedida desde la
parte delantera de la Ocassus, exactamente desde donde debía estar
la sala de mando. García gritó, llevándose las manos a la boca con
disgusto, Porter observaba la escena incrédulo. La Ocassus empezó a
oscilar sobre su eje, y los cables y hierros del túnel empezaron a
retorcerse y chirriar. Momentos después, la Ocassus había dado una
vuelta casi completa, y había acabado rompiendo el túnel por el
medio, dejando a la Bora a su suerte con un apéndice metálico
saliéndole de un costado. Tras unos segundos la Ocassus explotó por
completo, ellos dentro de la Bora notaron una suave hondonada. Ahora
miles de escombros de lo que había sido su hogar en los últimos
años flotaban desperdigados a su alrededor.
***
—¿Y
Ashton y Mel? —Preguntó
Julie al fin. No sabían cuanto tiempo había pasado desde que su
nave explotase, pero Vince estaba seguro de que había sido unas
cuantas horas.
—Han
muerto. —Respondió
García. Julie empezó a sollozar de nuevo.
Todos se
habían acomodado en la pequeña sala. Por lo poco que había
comentado Ashton de su plan, esperaban que los militares llegasen en
unos días. Porter les había informado de que gracias al sistema de
manutención de vida de los trajes espaciales podrían conseguirlo.
No iba a ser fácil, pero era posible. Para Vince, las últimas
palabras de Pierre repiqueteaban en su cabeza como un martillo sobre
un yunque.
Estamos
jodidos.
Si no
nos mata esa maldita cosa, lo harán los miliares.
No van a
dejar que nos marchemos de aquí.
Vince
flotando perdido en la nada.
—Pierre
tenía razón. —Vince se
armó de valor para romper el silencio. Todos le miraron, y en sus
ojos había odio. Supuso que le culparían a él. Incluso Julie lo
haría. —Los militares
nos matarán, si no lo hace esa criatura antes.
—Entonces,
¿Qué propones? —Julie
preguntó a modo de reproche, seguía llorando, pero él lo tomó
como algo literal. En su mente se estaba fraguando un plan.
—Debemos
atrapar al alíen. —Dijo
pasando la mirada de uno a otro. Los demás hicieron gestos de
desdén. —O al menos
averiguar todo lo que podamos sobre él antes de que lleguen los
militares. La compañía dará la cara por nosotros si somos
rentables.
Convertirse
en moneda de cambio entre el Ejercito y las Corporaciones no era el
destino ideal para nadie, pero a pesar de que era un futuro horrible,
todos convinieron en que era el que más probabilidades de sobrevivir
les ofrecía. Juntos urdieron un plan. Uno sencillo que podrían
realizar. Era poco ambicioso, pero Vince pensó que estaba a su
alcance.
- Esquivar el monstruo.
- Llegar hasta el puente.
- Conseguir los datos.
- Volver a la casilla de salida.
Iban
armados, todos se pusieron en guardia y avanzaban en formación por
el estrecho pasillo. Si alguien ajeno a toda la historia los
estuviese mirando, habría dicho que eran profesionales. Avanzaron
durante horas. A mitad del trayecto Vince tuvo la sensación de que
el monstruo los perseguía, arrastrándose y siseando en la oscuridad
del pasillo. Durante un segundo cruzó su mirada con García, y vio
en sus ojos que ella también había llegado a la misma conclusión.
Aún así, siguieron avanzando.
Lo
conseguirían, habían llegado hasta el puente y consiguieron
restablecer las luces, y ahora Porter estaba ejecutando los
protocolos para cerrar la compuerta de seguridad. Julie dirigió la
mirada hacia el pasillo con gesto asustado.
—¿Qué
ocurre? ¿Viene esa cosa? —Preguntó
García.
—Dios
mio... – Dijo apenas en un susurro, parecía conmocionada.
—¡¡Corra!!
¡¡Venha con nós!!
—Julie,
no. Es ese ser esta jugando contigo, igual que hizo con Cat. —Vince
entendió al momento qué estaba ocurriendo.
—¿Pero,
es que no lo oyes? Está ahí, me está llamando.
La
poca cordura que Julie hubiese podido conservar después de todo lo
ocurrido, acababa de desaparecer. El monstruo jugaba con ella ahora.
Quizás después de todo se había dado cuenta que era más fácil
atraerlos hasta sus tentáculos, que correr detrás de ellos. Vince
intentó retenerla, pero Julie forcejeó con él hasta que salió al
pasillo. Porter, ajeno a todo aquello, consiguió unos segundos
después que las compuertas de seguridad se cerrasen de un solo
golpe. Vince se lanzó contra la puerta, y golpeándola con los dos
puños lanzó un grito de frustración. Porter, en un acto reflejo
alargó el brazo hasta la consola para reabrir la puerta, pero García
se lo impidió. Era demasiado tarde. A través de la gruesa capa de
metal, se escuchó un último alarido de muerte agónica.
Ahora ya
solo quedaban tres. Vince se obligó a desterrar cualquier recuerdo
sentimentaloide sobre Julie, y centrarse en la tarea que le ocupaba.
Consiguió acceder a los diarios de la tripulación, aquello le llevó
horas, pero no encontró información útil sobre el monstruo o su
origen. Si bien estaban plagados de locuras, ya que cada confidente
contaba una historia sobre una visión diferente, nadie mencionó
nada realmente nocivo. Los tres supervivientes estaban
desconcertados. Era evidente que su primera teoría, la que decía
que los tripulantes se habían matado entre si, era la correcta. Aún
así Vince volcó todos los datos de misión y los diarios en la
memoria de pulsera. Estaba resuelto a terminar lo que había
empezado. Comprobó su reloj, los militares tardarían aún algo más
de tres días. No habían visto ni rastro del monstruo, así que
decidieron esperar en el puente. Tal y como había dicho Porter, con
los sistemas de mantenimiento de vida del traje podrían pasar ese
tiempo sin comer ni beber. Solo quedaba esperar.
***
Otra vez
el parque.
Otra vez
la nada.
Otra vez
aquellos tentáculos morados arrastrando todo hacía la oscuridad.
Susiv
aredis da arret ni sedep.
García
lo despertó con brusquedad. Vince salió de su pesadilla recurrente
para entrar en la real. Porter disparaba un arma contra un ser que
ocupaba la mitad del puente, y cuyos tentáculos amenazaban con
arrancarle la cabeza. Tras despertarle, García cogió una de las
armas y empezó a disparar también. Juntos contenían el monstruo.
Vince tuvo una horripilante sensación de familiaridad con aquella
bestia. ¿Era
el terror de su sueño?
No. Aquello no era posible. Uno de los enormes tentáculos se acercó
a Porter, haciendo caso omiso a sus disparos, y de un golpe lo
derribó al suelo. Vince llegó hasta él. Tenia el pecho
ensangrentado y desgarrado. Con poco esfuerzo consiguió despojarle
de la casaca de su traje espacial, necesitaba inspeccionar las
heridas. Porter, echando espumarajos sangrientos por la boca, le
dirigió una mirada desencajada pero consciente. Debían marcharse de
allí. Con cuidado lo recostó sobre el suelo junto a la puerta, y
después gritó a García que debían marcharse. García pareció
comprender al instante, aunque no se había dado cuenta del estado de
muerte inminente que presentaba Porter. Vince cogió una de las armas
y empezó a disparar también. De una patada al panel la puerta se
abrió, y caminando hacía atrás sin perder de vista el objetivo ni
dejar de disparar, los dos salieron al pasillo. Porter, en un
esfuerzo titánico, consiguió mover su maltrecho cuerpo unos pocos
centímetros hasta el panel, despidiéndose de sus compañeros con la
mirada, accionó el cierre de la puerta. García comprendió entonces
que estaba pasando. Lanzó un grito desesperado, bajando el arma
corrió hacia la puerta, el ser que pareció intuir su movimiento,
alargo un tentáculo hacía ella. La puerta lo cercenó como si fuese
de mantequilla. La extremidad ejecutaba una danza siniestra y
espasmódica en el suelo del pasillo rodeado por los restos
desparramados de lo que había sido Julie.
Vince aún
tenía la casaca rasgada de Porter. Se agachó sobre el tentáculo
cercenado y lo envolvió con los restos de tela. Aquello sería una
buena baza. Él y García echaron a correr por el pasillo. A mitad
del recorrido la mujer se detuvo.
—¿Aún
no lo entiendes verdad? —Dijo
con la respiración entrecortada por el esfuerzo de la carrera. Vince
no sabía a qué se refería. —Ese
monstruo... No es un alienígena, esa cosa la hemos creado nosotros.
—Vince pensó que la
mujer había perdido la cabeza. —¿Como
entró en el puente si no? Vamos, ¡Piénsalo!. Todo lo que nos ha
ocurrido eran cosas que estaban en nuestras cabezas. Salieron de
allí.
—Eso
es imposible. No hay ninguna forma de vida que sea capaz de eso.
—Sentenció Vince. En
aquel momento algo más que su voz sonó en el pasillo. Miró a
García, y ella empezó a llorar. El sonido era una jauría de perros
acercándose hacía ellos. El terror le atenazó.
—Desde
que lo he comprendido he intentando no pensar en ello. Pero ha sido
imposible. —Dijo García
asustada. —Son perros.
Es mi mayor temor, y ahora vienen a por mi. ¡¡Corre!!
Unos perros
de una raza incalificable para Vince, aparecieron corriendo por el
pasillo. Sin más se abalanzaron sobre García, a pesar de que
parecía resignada a su destino, aulló de dolor cuando los animales
se cernieron sobre ella y le desgarraron la carne. Vince se abrazó
al tentáculo y corrió con todas sus fuerzas, no paró hasta llegar
a la sala de descompresión.
***
Así que
allí estaba ahora. Solo y con todo el peso de los hechos sobre su
conciencia. Apoyado sobre la escotilla, miró a la puerta de salida.
Se vio reflejado en el cristal, y una luz se iluminó en su cabeza.
Susiv
aredis da arret ni sedep,
es en realidad, Pedes
in terra ad sidera visus.
La voz
dulce de su madre sonó armónica dentro de él.
Los
pies en la tierra, la mirada en el cielo.
Por fin
sabía que significaba aquello. García había tenido razón, todo
aquello estaba en su mente, en la mente de Vince Mayer. Comprendió
que al subir a la nave arrastrando su pesadilla, aquel ser había
tomado forma. Y aquello debía de terminar con él. No importaba ya
que llegasen los militares o no, ya que no habría salvación para
nadie. Con pasmosa tranquilidad se acercó hasta la puerta de salida,
la que daba al vacío del espacio. Conteniendo la respiración
accionó el panel para abrir la puerta. En cuanto esta se abrió, la
nada le succionó. Pero no tuvo miedo, cerró los ojos y se preparó
para dormir en paz por primera vez en mucho tiempo.
Vince
flotando perdido en la nada, flotando en la inmensidad del espacio.
Por los
tiempos de los tiempos.
Fin de
la pesadilla.