jueves, 6 de agosto de 2015

Sueño

He llegado a casa de mis padres después de bastante tiempo sin tiempo sin verles. Busco mi ropa, ha desaparecido. Salgo a la galería, allí está toda tendida y húmeda. Cojo una de mis camisetas. Está destrozada. Salgo al salón.

–Joder mamá, es que siempre pones mal la lavadora. Esta camiseta era nueva y ahora está destrozada. En esta casa nunca se ha podido tener nada bonito, en seguida se jode todo.

Mi madre me mira horrorizada. Mi padre asiente mirándola de reojo.

Vuelvo a la galería, busco el resto de mi ropa. Una de las cuerdas se ha roto, todo lo que había tendido ha salido volando al patio de atrás, desperdigándose sobre árboles y arbustos.

–Se ha roto la primera cuerda. Una vez más todo se ha ido a la mierda.

–Pues baja a buscarlo antes de que se haga de noche.
Dice mi madre de forma despectiva, y literalmente se pierde en la oscuridad del pasillo.

Bajo las escaleras corriendo, mi antigua habitación está justo frente a la puerta del patio trasero. Salgo al exterior. Me acompaña mi perra. Las dos salimos al exterior. Está atardeciendo. Al horizonte veo la antigua mansión de la tía, una vieja casa negra y victoriana, con una cúpula en el tejado en forma de aguja, se recorta contra el cielo del atardecer. Está abandonada, si pasas junto a su margen parece que un hombre cae sobre ti, aplastándote contra el suelo, pero cuando consigues librarte de él no es más que tierra. Entonces pienso que es una pena que no haber podido explorar la casa hasta llegar a la cúpula antes de que los vecinos la derruyesen para construir un edificio de pisos. La silueta de la mansión desaparece. Hace tiempo que no existe. Veo que el jardín de atrás a cambiado también. Cuando yo era pequeña era salvaje, ahora junto a la escalera que baja a la segunda altura hay una pasarela empedrada. En la parte donde yo estoy hay una puerta ovalada. De ella emana un fulgurante brillo blanco. Se que detrás hay un mundo de fantasía donde si entras serás atacado por gigantes. El cielo cambia a rosado y empieza a oscurecer. Empiezo a bajar por la rampa, y junto a mi por la escalera baja uno de esos engendros de cuerpo negro y que camina con las manos. Me apresuro a recoger la ropa, pero pronto oscurece y es imposible ver nada.

Vuelvo a entrar en la casa, en mi antigua habitación. Esta dividida en un pequeño recibidor y en frente de la puerta que da al patio está la del dormitorio. Hay unos bancos de piedra, en el centro hay una mesa enorme repleta de libros. Mis tíos y una prima están sentados allí. Mi tío tiene una pala en la mano. Mi tía dice a mi prima:

–Vamos cuéntaselo, tarde o temprano se van a enterar.
Mi prima me mira con cara alegre y dice:

–Van a publicar mi libro de la felicidad.
No sé que decir, aún así mis labios se mueven y mi voz sale al exterior:

–¿Tienes un libro de la felicidad? No sabia ni siquiera que supieses escribir. Vas a pasar de no saber escribir a ayudar a un montón de personas.

Ella se acerca a la mesa de los libros y saca su manuscrito. No tiene letras, solo dibujos de gente con caras felices. Sus expresiones son grotescas. Parece que han sido coloreados por una niña.

–¿Cuanto te dan por escribir un libro?
Es mi tío el que habla, pala en mano. Sentado junto a mi, mira al infinito.

–Supongo que al principio el 10%.
Contesto yo, pero en realidad siento que no debería decirlo ya que no tengo ni idea.

–Vaya mierda.
Dije el tío sin más. Se levanta con la pala en la mano y ve hacia lo que era mi dormitorio, que ahora es una cueva, y se pone a cavar al fondo muy enfadado.

Aparece mi perra. Esta asustada y mira algo en el techo. Mi tía grita asustada:

–¡Oh no! ¡¡Ha entrado una ardilla!!
Es enorme, mira fijamente con sus ojos negros. Parece desorientada, se mueve como adormilada por la pared sobre nuestras cabezas.

–¡Hay que matarla!
Grita mi tío desde el fondo de la cueva. Pienso que no debo permitirlo. Le ordeno a la perra que vaya a por ella, y ella me responde que ni de coña se acerca a eso. Me levanto del banco de piedra, tengo una escoba en la mano, voy a asustarla para que salga corriendo hacia la puerta y escape. Hay algo que no esta bien en ese animal. Cuando le acerco la escoba sale corriendo, se refugia en el marco de la puerta. Empieza a retorcerse de forma extraña.

–Creo que esta enferma. –Dice mi tía.

La ardilla se ha estado mordisqueando a la altura de la cintura. Ha dividido su cuerpo en dos, dejando atrás sus patas traseras, su cola y su trasero, sale caminando hacia delante con las patas delanteras. No hay sangre, por dentro es como una masa muy espesa de color negro.

–Se ha dividido.
Digo yo.

–Si, debía estar enferma, su madre está en la puerta y está lamiendo un charco de sangre.
Dice mi prima. Yo decido salir de allí. Vuelvo a la escalera, pero en lugar de subir a la primera planta salgo a la calle. Mi perra me acompaña. Subo al coche, voy a ir a la otra casa, la que esta junto al acantilado con el hombre de tierra. Fuera vuelve a atardecer y empieza a llover con fuerza. Mi perra se niega a subir al coche.

–Que te jodan, quédate en la lluvia.
A ella le parece bien, y se tumba frente a la puerta.

Alguien abre el portón del garaje, está iluminado tenuemente, junto a la leñera la mesa esta puerta para la cena.

Pongo en marcha el coche y subo la cuesta hasta a la calle. Algo le pasa al asiento. El respaldo esta totalmente abatido y el mecanismo se ha salido del asiento y se me ha clavado en la cadera, noto la presión pero no el dolor. Intento forcejear con el para poder poner el respaldo recto. Conduzco a la vez. El coche da un bandazo, el pavimento está resbaladizo debido a la lluvia. Consigo dominar el coche, el respaldo vuelve a su sitio.

–La próxima vez que me la pegue con el coche me voy a matar.
Me advierto en voz alta.

Llego frente a la casa oscura, decido aparcar junto al acantilado, a pesar de que el pavimento está resbaladizo. Detengo el coche, pero debido a la lluvia el acantilado cede, arrastrando el coche conmigo dentro. Esta vez no llevo cinturón, el coche cae por la pendiente dando vueltas de campana, hasta aterrizar en un terraplén más abajo, totalmente boca abajo. Me veo cayendo de bruces sobre el cristal interior del coche mientras este estalla. Estoy segura de que he muerto.

"Quiero salir de aquí"

"Quiero salir de aquí"

"Quiero salir..."