He llegado a casa de mis
padres después de bastante tiempo sin tiempo sin verles. Busco mi
ropa, ha desaparecido. Salgo a la galería, allí está toda tendida
y húmeda. Cojo una de mis camisetas. Está destrozada. Salgo al
salón.
–Joder mamá, es que
siempre pones mal la lavadora. Esta camiseta era nueva y ahora está
destrozada. En esta casa nunca se ha podido tener nada bonito, en
seguida se jode todo.
Mi madre me mira
horrorizada. Mi padre asiente mirándola de reojo.
Vuelvo a la galería,
busco el resto de mi ropa. Una de las cuerdas se ha roto, todo lo que
había tendido ha salido volando al patio de atrás, desperdigándose
sobre árboles y arbustos.
–Se ha roto la primera
cuerda. Una vez más todo se ha ido a la mierda.
–Pues baja a buscarlo
antes de que se haga de noche.
Dice mi madre de forma
despectiva, y literalmente se pierde en la oscuridad del pasillo.
Bajo las escaleras
corriendo, mi antigua habitación está justo frente a la puerta del
patio trasero. Salgo al exterior. Me acompaña mi perra. Las dos
salimos al exterior. Está atardeciendo. Al horizonte veo la antigua
mansión de la tía, una vieja casa negra y victoriana, con una
cúpula en el tejado en forma de aguja, se recorta contra el cielo
del atardecer. Está abandonada, si pasas junto a su margen parece
que un hombre cae sobre ti, aplastándote contra el suelo, pero
cuando consigues librarte de él no es más que tierra. Entonces
pienso que es una pena que no haber podido explorar la casa hasta
llegar a la cúpula antes de que los vecinos la derruyesen para
construir un edificio de pisos. La silueta de la mansión desaparece.
Hace tiempo que no existe. Veo que el jardín de atrás a cambiado
también. Cuando yo era pequeña era salvaje, ahora junto a la
escalera que baja a la segunda altura hay una pasarela empedrada. En
la parte donde yo estoy hay una puerta ovalada. De ella emana un
fulgurante brillo blanco. Se que detrás hay un mundo de fantasía
donde si entras serás atacado por gigantes. El cielo cambia a rosado
y empieza a oscurecer. Empiezo a bajar por la rampa, y junto a mi por
la escalera baja uno de esos engendros de cuerpo negro y que camina
con las manos. Me apresuro a recoger la ropa, pero pronto oscurece y
es imposible ver nada.
Vuelvo a entrar en la
casa, en mi antigua habitación. Esta dividida en un pequeño
recibidor y en frente de la puerta que da al patio está la del
dormitorio. Hay unos bancos de piedra, en el centro hay una mesa
enorme repleta de libros. Mis tíos y una prima están sentados allí.
Mi tío tiene una pala en la mano. Mi tía dice a mi prima:
–Vamos cuéntaselo,
tarde o temprano se van a enterar.
Mi prima me mira con cara
alegre y dice:
–Van a publicar mi
libro de la felicidad.
No sé que decir, aún
así mis labios se mueven y mi voz sale al exterior:
–¿Tienes un libro de
la felicidad? No sabia ni siquiera que supieses escribir. Vas a pasar
de no saber escribir a ayudar a un montón de personas.
Ella se acerca a la mesa
de los libros y saca su manuscrito. No tiene letras, solo dibujos de
gente con caras felices. Sus expresiones son grotescas. Parece que
han sido coloreados por una niña.
–¿Cuanto te dan por
escribir un libro?
Es mi tío el que habla,
pala en mano. Sentado junto a mi, mira al infinito.
–Supongo que al
principio el 10%.
Contesto yo, pero en
realidad siento que no debería decirlo ya que no tengo ni idea.
–Vaya mierda.
Dije el tío sin más. Se
levanta con la pala en la mano y ve hacia lo que era mi dormitorio,
que ahora es una cueva, y se pone a cavar al fondo muy enfadado.
Aparece mi perra. Esta
asustada y mira algo en el techo. Mi tía grita asustada:
–¡Oh no! ¡¡Ha
entrado una ardilla!!
Es enorme, mira fijamente
con sus ojos negros. Parece desorientada, se mueve como adormilada
por la pared sobre nuestras cabezas.
–¡Hay que matarla!
Grita mi tío desde el
fondo de la cueva. Pienso que no debo permitirlo. Le ordeno a la
perra que vaya a por ella, y ella me responde que ni de coña se
acerca a eso. Me levanto del banco de piedra, tengo una escoba en la
mano, voy a asustarla para que salga corriendo hacia la puerta y
escape. Hay algo que no esta bien en ese animal. Cuando le acerco la
escoba sale corriendo, se refugia en el marco de la puerta. Empieza a
retorcerse de forma extraña.
–Creo que esta enferma.
–Dice mi tía.
La ardilla se ha estado
mordisqueando a la altura de la cintura. Ha dividido su cuerpo en
dos, dejando atrás sus patas traseras, su cola y su trasero, sale
caminando hacia delante con las patas delanteras. No hay sangre, por
dentro es como una masa muy espesa de color negro.
–Se ha dividido.
Digo yo.
–Si, debía estar
enferma, su madre está en la puerta y está lamiendo un charco de
sangre.
Dice mi prima. Yo decido
salir de allí. Vuelvo a la escalera, pero en lugar de subir a la
primera planta salgo a la calle. Mi perra me acompaña. Subo al
coche, voy a ir a la otra casa, la que esta junto al acantilado con
el hombre de tierra. Fuera vuelve a atardecer y empieza a llover con
fuerza. Mi perra se niega a subir al coche.
–Que te jodan, quédate
en la lluvia.
A ella le parece bien, y
se tumba frente a la puerta.
Alguien abre el portón
del garaje, está iluminado tenuemente, junto a la leñera la mesa
esta puerta para la cena.
Pongo en marcha el coche
y subo la cuesta hasta a la calle. Algo le pasa al asiento. El
respaldo esta totalmente abatido y el mecanismo se ha salido del
asiento y se me ha clavado en la cadera, noto la presión pero no el
dolor. Intento forcejear con el para poder poner el respaldo recto.
Conduzco a la vez. El coche da un bandazo, el pavimento está
resbaladizo debido a la lluvia. Consigo dominar el coche, el respaldo
vuelve a su sitio.
–La próxima vez que me
la pegue con el coche me voy a matar.
Me advierto en voz alta.
Llego frente a la casa
oscura, decido aparcar junto al acantilado, a pesar de que el
pavimento está resbaladizo. Detengo el coche, pero debido a la
lluvia el acantilado cede, arrastrando el coche conmigo dentro. Esta
vez no llevo cinturón, el coche cae por la pendiente dando vueltas
de campana, hasta aterrizar en un terraplén más abajo, totalmente
boca abajo. Me veo cayendo de bruces sobre el cristal interior del
coche mientras este estalla. Estoy segura de que he muerto.
"Quiero salir de
aquí"
"Quiero salir de
aquí"
"Quiero salir..."